Hoy… Seré Tocado Por Su Misericordia.
Dios de mi amo Abraham, que no apartó de mi
amo su misericordia y su verdad, y que me ha
guiado en el camino a casa de los hermanos de
mi amo”. Un buen ejemplo de misericordia es la
historia del hijo pródigo camino a casa para ver
a su padre. El hijo sabía que había hecho mal,
así que ensayó todo un discurso de “Sé-que-nada-
merezco”, esperando que su padre al menos le
diera un trabajo entre la servidumbre. Pero el
muchacho ni siquiera tuvo la oportunidad de
empezar su discurso. Cuando su papá lo vio desde
una gran distancia, estaba tan lleno de alegría de
que su hijo regresara que ahogó el discurso de su
hijo con un abrazo lleno de lágrimas, dejando
claro que lo demás no importaba.
Su hijo estaba en casa.
La aflicción había terminado. Era el momento de
celebrar el futuro juntos. Lo que le interesaba al padre casi no tenía nada
que ver con lo que el hijo imaginaba que sería
el caso. Los creyentes sinceros con frecuencia nos
daremos cuenta de que no hemos vivido
como deberíamos.
Nuestra naturaleza pródiga nos llevará a
derrochar nuestra herencia espiritual, queriendo
saciar las necedades que nos llevan a la bancarrota
del corazón y de la mente. O quizá, con menos
descaro, concluiremos que no merecemos recibir
mucho del Señor porque no hemos hecho las cosas
lo suficientemente bien o no nos hemos
esforzado lo suficiente.
Estamos tentados a abordar tantas cosas en el reino
de Dios a base de lo que creemos saber en cuanto a
lo que opina Dios de nosotros, a lo que deberíamos
estar haciendo con mayor frecuencia o de mejor
manera y cómo lo hemos arruinado todo. Es por eso
que algunas verdades del reino de Dios se entienden
mejor desde el interior entendiendo el corazón de la
verdad antes de que esa verdad sea precisamente
definida y trazada como un comportamiento.
¿Por qué crees que evaluamos nuestro propio mérito
cuando nos acercamos al Señor para pedirle
algo en oración?
¿Qué habría sentido el padre del hijo pródigo si el hijo
hubiera insistido en “mantenerse en su opinión”,
aun después de que el padre quería celebrar su
re-encuentro?
Basándonos en esta historia ¿cuánto le agrada al
Señor cuando venimos a orar?
La oración es uno de los mejores ejemplos de nuestra
tendencia humana de enfocarnos más en lo que no
estamos haciendo bien, a diferencia de lo que Dios
ofrece para ayudarnos a vivir la vida con más
abundancia. Menciónale el tema de la oración a la
mayoría de los creyentes, y su primer pensamiento
para sí mismos es, Tú, cristiano miserable, necesitas
orar más. Su atención se enfoca en que el orar es
una obligación o un requisito en lugar de verlo como
una oportunidad para pasar tiempo con Jesús. Si esa mentira legalista no los derriba, la noción
opuesta generalmente lo hará: Eres tan miserable
que no mereces orar. Semejantes pensamientos de
descalificación los aleja de una conversación con
el Señor y agrava su sensación de fracaso, por no
vivir a la altura del deber.
Hoy, por eso quiero disfrutar de su misericordia
una vez más, porque sus misericordias son
nuevas cada mañana. Señor, Gracias por recibirme como un hijo
prodigo y darme todo tu amor y misericordia
a radales.
Amén.
Dr. Daniel A. Brown.
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