La bondad es una virtud que lleva al ser humano a esforzarse por lograr la felicidad propia y de los demás. Ser bueno no quiere decir ser blando, sumiso, ingenuo o sin carácter, como a veces se cree; también pudiera ser confundido con debilidad, pero es exactamente lo contrario, es la fortaleza que tiene quien sabe controlar su carácter, sus pasiones y sus arranques para convertirlos en benevolencia.
La verdadera esencia del hombre es la bondad. Hay otras cualidades provenientes de la educación y la sabiduría, pero si uno quiere ser un verdadero ser humano y dar sentido a su existencia es esencial tener buen corazón, conciliar los propios intereses con los de los demás, e incluso poner estos últimos por delante.
La bondad existe, está en todos nosotros, pero en ocasiones el egoísmo y la mezquindad anulan las acciones y los sentimientos bondadosos. Al egoísta es muy sencillo percibirlo en las actitudes agresivas que adopta, en los malos modales y la indiferencia que manifiesta ante las preocupaciones o inquietudes de los demás.
Es bondadoso aquél que mantiene una actitud amable, abierta y generosa, quien con sus palabras cargadas de aliento y entusiasmo facilita la comunicación afable y sencilla. Sabe dar y darse sin temor a verse defraudado y, sobre todo, tiene capacidad de comprender y ayudar al que lo necesite, olvidándose de sí mismo. Los buenos se distinguen por su fuerte personalidad, que se traduce en inagotables dosis de energía y optimismo, sentimientos de confianza, cariño y respeto.
El verdadero sentido de la bondad está en tratar a los demás como quisiéramos ser tratados: con cariño y comprensión dentro de la familia y la comunidad.