Erótica
Cayó
sobre tu espalda la llama de tu pelo quemó la blancura su ondulación de
fuego.
Entre
los áureos rizos, por el amor deshecho, yo vi calientes,
húmedos, brillar tus ojos negros.
Sin
desmayas, erguidos, redondos, duros, tersos, temblaron los montones de
nieve de tus pechos.
Y de
amor encendida, estremecido del cuerpo, con amorosa savia sus rosas
florecieron.
El
clavel de tus labios brindaba miel de besos y fue mi boca
ardiente abeja de sus pétalos.
De la
crujiente seda, que resbalara al suelo, emergió su blancura tu contorno
supremo.
Y al
impulso movido de ardoroso deseo, se cimbró entre mis brazos y quedó
prisionero.
Me
abrasaban tus ojos, me quemaba tu aliento, y apagó las palabras el
rumor de los besos...
Enrique de Mesa (1878-1929)
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