MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LA REUNIÓN DEL CONSEJO ESPECIAL PARA ÁFRICA
DE LA SECRETARÍA GENERAL DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS
A monseñor
NIKOLA ETEROVIC
Secretario general del Sínodo de los obispos
Al celebrarse la reunión del Consejo especial para África de la Secretaría general del Sínodo de los obispos, le dirijo un saludo muy particular a usted, así como a todos los participantes en ese encuentro. Quiero reafirmar mi gratitud por la importante obra que ya habéis realizado y seguís realizando al servicio de la Iglesia en África.
A ese Consejo, elegido por los padres sinodales al final de la Asamblea especial para África en 1994, se le confía ahora la tarea de preparar la segunda Asamblea especial para África del Sínodo de los obispos. Esta asamblea, constatando el dinamismo surgido de la primera experiencia sinodal africana, debe tratar de profundizarla y prolongarla, apoyándose en la exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Africa, y teniendo en cuenta las nuevas circunstancias eclesiales y sociales del continente. Tendrá por tarea sostener a las Iglesias locales y a sus pastores, y ayudarles en sus proyectos pastorales, preparando así el futuro de la Iglesia en el continente africano, que vive situaciones difíciles, tanto en los ámbitos político, económico y social, como en lo que concierne a la paz.
Damos gracias a Dios por el notable desarrollo que ha tenido la Iglesia católica en África durante los últimos diez años. Para que prosiga este crecimiento, exhorto a los obispos a promover la profundización espiritual de lo que ya se ha realizado, así como la maduración humana y cristiana del clero y de los laicos. Me alegra el compromiso de numerosos fieles en la obra urgente de evangelización y en el desarrollo social de los diferentes países del continente.
Sin embargo, África afronta todavía terribles calamidades, como los conflictos armados, la pobreza persistente, las enfermedades y sus devastadoras consecuencias, comenzando por el drama social del sida, la inseguridad generalizada y, por último, la corrupción existente en numerosas regiones.
Todo esto debilita a África, agota sus energías, diezma sus nuevas generaciones e hipoteca su porvenir. Para construir una sociedad próspera y estable, África necesita a todos sus hijos y los esfuerzos de todos; y me consta que en esa obra ya participan, con generosidad y abnegación, los hijos y las hijas de la Iglesia, estimulando con su ejemplo a sus hermanos africanos.
Ojalá que la futura Asamblea especial para África del Sínodo de los obispos favorezca también un fortalecimiento de la fe en Cristo Salvador y una auténtica reconciliación. El Año de la Eucaristía, que estamos celebrando, es un momento particularmente oportuno para reforzar o restablecer la comunión en las relaciones entre las personas, entre los grupos humanos o religiosos, así como entre las naciones, en las diversas regiones de África.
Encomendándolo a la intercesión materna de Nuestra Señora de África, le imparto de todo corazón a usted, así como a todos los participantes en la reunión del Consejo especial para África, una afectuosa bendición apostólica.
Vaticano, 23 de febrero de 2005