Señor, matadme, si queréis. (Pero,
señor, ¡no me matéis!)
Señor dios, por el sol sonoro, por la
mariposa de oro, por la rosa con el lucero, los corretines del
sendero, por el pecho del ruiseñor, por los naranjales en flor, por
la perlería del río, por el lento pinar umbrío, por los
recientes labios rojos de ella y por sus grandes ojos...
¡Señor,
Señor, no me matéis! (...Pero matadme, si queréis)