A batallas de amor, campo de plumas
Ningún vestigio tan inconsolable como el que deja un cuerpo entre las sábanas y más cuando la lasitud de la memoria ocupa un espacio mayor del que razonablemente le corresponde.
Linda el amanecer con la almohada y algo jadea cerca, acaso un último estertor adherido a la carne, la otra vez adversaria emanación del tedio estacionándose entre los utensilios de la noche.
Despierta, ya es de día, mira los restos del naufragio bruscamente esparcidos en la vidriosa linde del insomnio.
Sólo es un pacto a veces, una tregua ungida de sudor, la extenuante reconstrucción del sitio donde estuvo asediado el taciturno material del deseo.
Rastros hostiles reptan entre un cúmulo de trofeos y escorias, amortiguan la inerme acometida de los cuerpos. A batallas de amor campo de plumas.
José Manuel Caballero
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