Quizá
Percibo tu presencia sin estar a mi lado, y oigo tu breve paso hallándote tan lejos; siento tu escalofrío sin haberte tocado, y aún cerrando los ojos me ciegan tus reflejos.
Veo pasar las sombras y en ellas te adivino; cuando me roza el aire sé que son tus cabellos; si me azota la lluvia, tus besos imagino, y por ti son mis sueños inmensamente bellos.
Pero no reconozco tu risa entre las risas, porque amarga tristeza te cubre con su manto; y en el tropel de gentes ruidosas y con prisas no estás, porque te encuentras en soledad y llanto.
Un aura te rodea solemne y misteriosa que fascina mis ojos aunque nunca te han visto; es quizá la nostalgia gentil y silenciosa que permea tu vida y en que yo mismo existo.
No obstante, ambos sabemos que ha de llegar el día en que la luz disipe la sombra en que vivimos; y al resurgir pujante nuestra innata alegría, hemos de ser de nuevo como otro tiempo fuimos.
Tú encontrarás un hombre que te bese y te cante, y no habrá en vuestra entrega ni exigencia ni ruego; yo volveré a mis sueños, inventando una amante y escribiéndola versos, sentado junto al fuego.
Y al mirar al pasado desde el nuevo presente de ilusiones azules y de esperanzas verdes, una estrella en el cielo y una luz en tu mente musitarás mi nombre… y quizá me recuerdes.
Francisco Alvarez Hidalgo
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