En una isla del Canal de la Mancha, una joven lavaba su ropa mientras cantaba a la orilla del río.
Las aguas empezaron a agitarse y, de pronto, vio una fuente de oro que flotaba en el agua. Miró a todos lados, esperando encontrar a su dueño, pero como no veía a nadie, se internó en el agua y la cogió. En ese momento sintió una fuerte presión en sus brazos, la luz se oscureció y durante un rato no pudo abrir sus ojos. Cuando logró hacerlo descubrió que se encontraba en una de las habitaciones de un palacio.
Una muchacha muy delgada, de piel blanca y cabello plateado, una dracae, se acercó a ella y la llevó a una cuna en la que dormía un bebé. Entonces le explicó que ella sería la encargada de criarlo. La mujer era muy servicial y cuidó al niño sin quejarse durante siete años.
Una noche la mujer del pelo plateado le dijo que ya era hora de volver a su casa y, sin saber cómo lo hizo, apareció junto al río. Desde ese momento, cada vez que lavaba en el río veía a la mujer del pelo plateado engatusando a los hombres. En el momento en que la dracae descubrió que la mujer la veía, se le acercó y le puso un ungüento mágico en los ojos para que nunca más pudiera volverla a ver.
De la red.