Jesús se encuentra con su madre
Simeón dijo a María: « Éste está puesto para caída y levantamiento de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción, - ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! – a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones. » (Lucas 2, 34-35)
« Su madre conservaba cuidadosamente todas estas cosas en su corazón. » (Lc 2, 51)
« Vosotros todos que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante al dolor que me atormenta. » (Lamentaciones 1, 12)
MEDITACIÓN
Madre, ¡Oh mi madre! ¡Qué fortuna que estés aquí! Sé bien que la vista de mi sangre te atraviesa el alma. Por ti estoy aquí. El Padre veía mi pena de hoy cuando creó tu alma inmaculada. Qué dicha que seas pura, inmaculada desde siempre. Qué fortuna que haya hoy sobre la tierra alguien que esté conmigo, alguien que complazca al Padre conmigo. Qué fortuna que haya hoy aquí alguien que no haya desobedecido nunca al Padre, que nunca lo haya negado ni abandonado. ¡Oh madre, mi madre María! Mi corazón no te ha dejado nunca, pero ahora que voy a la muerte, todo en mí refluye hacia ti. Gracias por estar aquí, en esta hora en que los pensamientos más íntimos de cada cual se desvelan, en esta hora en que mis discípulos están lejos. Madre, mi hora ha llegado, también es la tuya. Redimo a una inmensa multitud. Tú eres su reina, tú la que das a luz conmigo. ¡Madre! Vela conmigo. Los bienamados del Padre no tienen más vino, yo les doy esta vida que me viene de ti. Como me lo has enseñado cuando era pequeño, obedezco, obedezco al Padre, en todo lo que me dice.
No podemos olvidar que desde lo alto de la cruz Jesús miró a su madre y a Juan, el discípulo al que amaba. Confió al discípulo a su Madre: "¡Mujer he aquí a tu Hijo!" Luego dijo al discípulo: "Ahí tienes a tu Madre" (Juan 19, 26). En este único hombre, el discípulo amado, Jesús designó a María como madre de todo hombre, le confió a todos los hombres. Obedientes a las palabras del testamento del Cristo, nos confiamos a María como a nuestra madre.
ORACIÓN
Oh Madre, tu sufrimiento es tan grande como el mar. Concédenos reconocerlo. Solamente tu corazón tan puro puede verdaderamente entender la aflicción de tu hijo. Susténtanos en el camino del mal y danos entrar contigo en el corazón de Jesús. QUIEN COMO DIOS, NADIE COMO DIOS
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