El camino y el
molino
Vicente Herrera Márquez
¿Qué hay más difícil que un sendero de
piedras? ¿Qué más hiriente que un camino con espinas? ¿Qué hay más mortal
que una calle asfaltada? ¿Y qué puede ser más latoso que carretera sin
fin? Los prefiero antes que un camino en las nubes, dibujado con aire en
planos de ensueños y cubierto de espuma y blanco algodón. En las nubes me
hundo, me ahogo, me pierdo; también me hieren, me matan el hielo y el
sol, y el viento me arrastra como gotas de niebla que el granizo
transforma en granos de sal. En cambio las piedras prueban mis fuerzas,
aunque tropiece y me caiga cien veces. Las espinas rasgan mi ropa y
laceran mi vanidad, esas heridas son las que van educando el orgullo, van
dando historia a mi vida y van curtiendo la piel. Las calles de asfalto en
invierno son frías, en verano parrillas que achicharran los pies, pero en
ellas con fuerza y rostro sin trapos puedo exponer, reclamar y gritar
libertad. Y en esa cinta infinita de carretera sin fin, imaginando puedo
trazar mil desvíos y en ellos soñar, buscar y elegir mi destino; fundar
paradas, descansos y albergues hasta llegar, aunque cansado, a la meta
final. En las nubes puedo erigir castillos hermosos, pero etéreos que
pronto como el vapor se diluyen. En cambio en la vera de la calle de mi
pueblo fundaré los cimientos de la morada de tus sueños. El camino de
espinas hirientes y resecas lo transformaré en avenida de rosas rojas para
ti. Con las piedras que entorpecen el andar por el sendero, mis manos
serán artífices de un molino y un canal. El canal que traerá el agua para
regar el trigo y el maíz, las vides, el forraje, la huerta y las rosas del
jardín. Y en el molino haremos del grano blanca harina, para alimento del
vecino, del amigo, de los hijos y de los hijos de los hijos que
vendrán.
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