Bienaventuranzas de la Tercera Edad
Benditos los que son capaces de comprender
que me tiembla el pulso y que mis pasos
son lentos y vacilantes.
Benditos los que se acuerdan de que mis oídos
ya no oyen bien
y que a veces no entiendo todo.
Benditos los que saben que mis ojos
ya no ven bien,
y no se impacientan si se me cae algo
de la mano y se rompe.
Benditos los que no se avergüenzan
de mi torpeza al comer
y me hacen un lugar en la mesa familiar.
Benditos los que me escuchan
aunque les cuente mil veces el mismo cuento,
o los mismos recuerdos de mi juventud.
Benditos los que no me hacen sentir de más
y me demuestran su afecto con delicadeza y respeto.
Benditos los que encuentran tiempo
para estar a mi lado y enjugar mis lágrimas.
Benditos los que me tiendan su mano
cuando me llegue la noche y deba presentarme ante Dios
amen
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