AUSENCIA
¡Quién me diera tomar tus manos blancas para apretarme
el corazón con ellas, y besarlas... besarlas, escuchando de tu amor las
dulcísimas querellas!
¡Quién me diera sentir sobre mi pecho reclinada
tu lánguida cabeza, y escuchar, como enantes, tus suspiros, tus suspiros
de amor y de tristeza!
¡Quién me diera posar casto y suave mi cariñoso
labio en tus cabellos, y que sintieras sollozar mi alma en cada beso que
dejara en ellos!
¡Quién me diera robar un solo rayo de aquella luz de
tu mirar en calma, para tener al separarnos luego con qué alumbrar la
soledad del alma!
Oh! quién me diera ser tu misma sombra el mismo
ambiente que tu rostro baña, y, por besar tus ojos celestiales, la lágrima
que tiembla en tu pestaña.
Y ser un corazón todo alegría, nido de luz
y de divinas flores, en que durmiese tu alma de paloma el sueño virginal
de sus amores.
Pero en su triste soledad el alma es sombra y nada mas,
sombra y enojos... ¿cuándo esta noche de la negra ausencia disipará la
aurora de tus ojos?...
Manuel Maria Flores
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