Azahares distraídos de tu cintura claman y al temblor de mis manos tu vientre de manzana muerde el pecado original de la noche, un tropel de palabras amanecen relucientes de estrellas,
En tus pechos he visto florecer el deleite del sol de primavera Brotan flores que se ocultan debajo de tu piel adormecida, soñando con la luz que engendra el recuerdo de lo que pudo ser.
Busqué la sombra del ciprés de tu cintura para cobijar mi hastió y bebí las lágrimas del crepúsculo comprimiendo mi angustia precipitada de nocturnos azules. Sonrosada manzana, los ecos infinitos de los sueños hablan de la noche eterna, aquella noche, que no ha de regresar jamás.