¡Hola Soledad!
¡Hola Soledad!
Querida amiga mía.
Hoy eres mi audiencia
en esta iglesia.
El ruido de la cafetera matiza
y mí tímpano acaricia,
los coches en la carretera,
el fresco de la noches
y el fresco olor a café,
romanizan mis sentidos,
y me llenan de suspiros.
Hay cuatro viejos ventiladores
funcionando esparciendo los olores,
del café y la noche
y la sensualidad de las flores
y el olor a flora que hay a mis alrededores.
Y cada uno es autónomo en sus propios ruidos,
más el zumbido de los mosquitos…
complementan la sinfonía de esta sonata
que a mis oídos asaltan.
¡Oh, maestro música soledad!
En la pared del fondo
hay allí guindado un “Cristo”
triste y acongojado todavía crucificado
en la misma cruz, con los mismo clavos…
En su cara, se ve la pasión,
se ve la tristeza, tal vez, todavía se pregunta,
“Por qué Padre todavía sigo crucificado.”
¡Después de unas cuantos milenios!
Hay un poco de vida
en las flores artificiales,
esas que se pierden dentro del ojo,
de las que son naturales,
porque hay alguna que otra hojas
desprendida de su tallo,
y es evidente que en ella hubo vida
cuando de su tallo estaban prendidas.
Pero nada llena mi vacío,
sólo aquel espíritu…
de quien yo saco mi fortaleza
cuando oro y medito.
Cuando me brinda paz y serenidad,
y empieza a alumbrar y brillar en mí camino,
mientras siga dando pasos adelante y paulatinos,
sí, en ellos buscaré fe, esperanza y fortaleza…
para rehusar por darme por vencido.
El Poeta Rascaso
Playa de Fajardo
Puerto Rico
6-9-10