EL FUEGO
Frotó el indio la yesca, el pedernal, el pino con otro pino viejo, la madera, las hojas de roble, la corteza de los ceibos caídos, el cuerpo del animal salvaje, el carbón mineral endurecido.
El mundo cambió entonces otro espejo movible que no era el del agua, alzó su brazo rojo en la espesa maleza, en el ámbito crudo de miles de años a la sombra, iluminados solamente por el rayo o por el centelleo de los lúcidos ojos de las fieras.
Tú te callaste entonces viendo crecer la lengua clarísima, la llama que levantó su lanza, su corona de espinas y que lamió la noche como animal salvaje. Ante tu limpio rostro de indígena doncella nacía otro milagro: el milagro del fuego.
Acosta Oscar
|