Libertad perdida
Una sultana del remoto Oriente vio en los bosques, un día que cazaba, una llama que rápida esquivaba de jauría fiera el aguzado diente.
Rendida, al fin, la reina no consiente que la muerte le den, que ya esperaba, y a su palacio la conduce esclava donde la cuida tierna y diligente.
Si antes huraña, al cabo agradecida, fue olvidando la llama la honda pena con que lloró su libertad perdida.
Amor, que la existencia me envenena, quiero que pase mi doliente vida, besando el hierro de fatal cadena.
(Clarín)
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