Tu personalidad tiene dos lados diferenciados: uno es el Niño y el otro, es el Adulto. Cuando estas dos
partes están unidas, la percepción del mundo se presenta en armonía. Lo que parece des-armónico, son
aquellas experiencias negativas que tuviste en el pasado, aquellas heridas que te han causado mucho
dolor; y es por ello, que ambos lados de tu ser se desconectan, surgiendo los conflictos, los vacíos, los
desánimos, los saboteos, en los cuales llegas a suponer que siendo un adulto, no puedes permitirte
actuar como un niño; y es así como estableces límites y pierdes la libertad interior.
Inicialmente, en la infancia, tus padres y otras personas ejercían autoridad sobre ti, logrando que los
sentimientos que experimentaste, fueran controlados por sus expectativas y circunstancias. Pero hoy, ya
eres un adulto. Tienes hasta una idea de cómo criar a un niño. Esto significa que puedes comenzar a
aceptar que el control de tu vida depende sólo de ti; lo que te hace responsable de la vida que deseas vivir
y experimentar en el futuro.
Aceptando el hecho que tu tienes el dominio de ti mismo, te comprometes a ser un maestro, un educador
de confianza para tu niño interior. Un maestro, en este caso, es un padre que escucha a su hijo. Que abre
su corazón para que tu niño interior se exprese en todos sus niveles.
Hoy, es tu oportunidad de vivir tu “segunda infancia”; de iniciar el sendero de una adultez que reconoce
tu niñez interior, ya que son una inseparable unidad. De no ser así, la vida del adulto puede estar
limitada. Esto implica que debas dejar algunos hábitos adultos que están mostrando, de manera
evidente, la negación de tu niño interior. Se trata de que esa relación adulto-niño crezca unida, para
lograr tener sentimientos de libertad y no de encarcelamiento.
Cuando eras un bebé y tenías hambre, tu llanto era la manera de llamar la atención de tu madre, para
que te diera su seno y poder alimentarte de su leche materna. Hoy, sigues siendo un bebé que busca el
pecho que te proporcione la leche que te alimenta; pero muchas veces, al no ser consciente de tu niño
interior, te olvidas de que lo importante es la leche que te alimenta y no el pecho.
Buscas muchas maneras de llamar la atención de los demás, con el fin de alimentarte interiormente;
pero buscas incansablemente los senos que la vida te entrega; aunque no has sido consciente de que
nada de ello te está alimentando en realidad. Por ejemplo: estar trabajando en algo que no te gusta, ni te
llena interiormente; estar en una relación en la que no eres feliz, ni tienes plenitud; sostener relaciones
que no te edifican; o sentirte incapaz de dejar algún vicio como fumar, los juegos de azar o, en casos más
profundos, la adicción a la droga y al alcohol.
Por ello, cuando sientas frustración, toma tu tiempo en la soledad para hablar con ese niño lastimado
que hay en ti, porque todo lo que te pasa hoy, cada suceso doloroso, es una réplica de tu pasado, que se
disfraza de una nueva situación para que sanes esas heridas. Son oportunidades para que tu niño
interior se exprese.
Hay muchas preguntas que puedes hacerle a tu niño interior:¿Qué quieres?, ¿Qué emoción sientes en
este momento?, ¿Qué suceso del pasado, se asemeja al momento que hoy vives?, ¿Qué necesita tu niño
interior para sentirse tranquilo, en paz y dicha?
La comprensión de la primordial necesidad de sanar tu niño interior, que está herido y resentido, es que
hoy, aquí y ahora, es el momento de co-crear la vida que realmente deseas vivir.
En Mateo 18.3,