La doble
Era de noche tan rubia como de día morena.
Cambiaba, a cada momento de color y de tristeza, y en jugar a los reflejos se le iba la existencia, como al niño que, en el mar, quiere pescar una estrella y no la puede tocar porque su mano la quiebra.
De noche, cuando cantaba, olía su cabellera a luz, como un despertar de pájaros en la selva; y si cantaba en el sol se hacía su voz tan lenta, tan íntima, tan opaca, que apenas iluminaba el sitio que, entre la hierba, alumbra al amanecer el brillo de una luciérnaga.
¡Era de noche tan rubia y de día tan morena!
Suspiraba sin razón en lo mejor de las fiestas, y puesta frente a la dicha, se equivocaba de puerta.
No se atrevía a escoger entre el oro de la mies y el oro de la hoja seca, y -tal vez por eso- no supe jamás entenderla,
porque de noche era rubia y de mañana morena...
Jaime Torres Bodet
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