Tú vas a sobrevivir. 

Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla

Para ti, que sufres por amor

  Las penas de amor no matan:  tú vas a sobrevivir.  Repítelo todos los días; el tiempo tiene más poder curativo del que supones. 

No entres a la pasividad, llena todas las horas.  No abandones nada de lo que tienes que atender:  esas ocupaciones diarias serán quizá las que poco a poco vayan ocupando tus pensamientos y disipando tus penas.  Las responsabilidades y la fe en Dios son la terapia más eficaz. 

No te concentres en los mismos pensamientos y la misma nostalgia, no absorbas tus horas con el recuerdo de lo que fue.  Entra al mundo de lo que será de ahora en adelante.  Admite un cambio en tu vida que vas a manejar con confianza, libertad y seguridad en ti misma.  No te aísles, no te eclipses del mundo, no te alejes de los demás.   Un sacerdote, una amiga íntima, un retiro de reflexión pueden ser tu “base de sustentación”, tu “eje de apoyo”, todo eso que te va sosteniendo hasta que estés en condiciones de reaccionar por ti misma y darte cuenta, cuando menos lo pienses, de que has dejado de sufrir, y un día, casi inconscientemente, te envuelva el milagro de renacer y de querer ser feliz. 

No temas hacer cambios en tu persona, en tus actividades, en tu casa.  Sin desbocarte, sin precipitarte, pero resuelta y segura.  Mientras más decidida te muestres a cambiar el antiguo panorama, más rápida y pronta será la recuperación.  Cuando las circunstancias no son las mismas, se necesitan nuevas orientaciones, nuevos asideros, nueva cara para afrontar los problemas. 

Aparta ya ese dolor que te tiene concentrada, extraña, como metida en una tristeza densa que te hace sentir frío. 

Aparta ese dolor que se te ha metido en el alma, en los huesos, donde se consume el cuerpo, duele la luz, se rompen las ideas, pesa la alegría y se entorpece el corazón. 

Aparta ese dolor que está nevando insistentemente sobre tu corazón, para dejarlo insensible.  Después llegará la primavera… y tienes nuevos brotes esperando; después saldrá el sol, mirarás el arco iris y volverás a sonreír. 

Cuando el dolor apremie, acostúmbrate a consagrar tú misma y comulgar a cada rato; ya verás cómo vuelve a funcionar tu voluntad, vuelve a actuar tu capacidad de pensar y a surgir tu fuerza para levantarte. 

No cierres el libro de tu vida:  te faltan los capítulos más sorpresivos, más aleccionadores y más emocionantes.  Te falta ver cómo esa vida que creías destrozada y perdida puede convertirse en tu orgullo y tu realización. 

Tú vas a sobrevivir. 

Las penas de amor no matan;  se sobrevive porque la vida manda, el corazón reclama y Dios ayuda.  Porque las penas de amor están sembradas en el campo de los milagros, moviéndose siempre en ese remolino de la vida, que tiene una fuerza insospechada para recomenzar. 

Porque tu corazón no está marchito, está lesionado; tus alas no están rotas, están cerradas; tus sueños no están muertos, están dormidos. 

¡Y tú volverás a vivir!