Crece una Cruz.
Divino Niño Jesús, en tus bracitos crece día a día una cruz, porque has venido a morir por nosotros, los hombres, y como Dios que eres te hiciste un Niño pequeño, te anonadaste a Ti mismo para salvarnos.
¡Gracias Divino Niño! Tú sabías muy bien, desde pequeño, que tu destino era morir en la cruz y después resucitar al tercer día, y te preparaste día a día a esta misión. Ayúdame a mí a prepararme, llevando los sufrimientos de cada día, para que yo también esté dispuesto a morir por el Reino, y cumpla bien mi misión aquí en la tierra, como Tú cumpliste tu Misión, encomendada por el Padre.
¡Bendito Niño, que desde siempre supiste cuál era tu destino, ayúdame a tener fe y confianza, y a no desanimarme en los reveses de la vida, porque bien sé que el demonio hace de todo por desmoralizarme y hacerme retroceder! ¡No lo permitas!, sino dame la gracia de estar siempre alegre, incluso en los momentos más difíciles de mi vida, porque bien sé que la tristeza y el desaliento son armas terribles en manos de Satanás, que las usa para estorbarnos en el avance hacia la santidad, y un santo triste es un triste santo.
Que en los días de tu pasión redentora yo te contemple suspendido en la Cruz, pero que no olvide que después de tres días resucitarás glorioso para siempre y ya no morirás nunca más.
¡Divino Niño, que siempre supiste que ibas a morir de esa forma, enséñame a meditar todos los días en mi muerte, para que viva bien y aproveche al máximo el tiempo!