Un día, una señora vieja golpeó a su puerta para pedir comida. Las mujeres jóvenes la recibieron con mucha amabilidad y le dieron de comer y ropa para vestirse. Después de comer y extrañada por el silencio y la ausencia de voces infantiles, la anciana les pregunto:
- ¿Dónde están vuestros hijos?
- Nosotras no tenemos hijos, n hijas y por eso, para no causar desgracias a la aldea nos pasamos el día fuera del pueblo.
Entonces, les dice la señora:
- Yo tengo una medicina para tener hijos, pero después de haber dado a luz, la madre se vuelve loca.
Una de la mujeres le contestó que aunque enfermase ella sería feliz por haber dejado un niño o una niña en la tierra. En cambio, la segunda le dijo que no quería enloquecer por un hijo.
La señora vieja dio la medicina solo a la que se lo pidió.
Después, algunos años más tarde la señora vieja regresó al pueblo y se encontró a las dos mujeres jóvenes. La que no había tomado su medicina le dijo: "Tu nos dijiste que quien tomara la medicina se volvería loca, pero mi hermana la tomó, tuvo una hija y no enfermó"