Dije al almendro: ¡Háblame de Dios! y el almendro floreció,
Dije al pobre: ¡Háblame de Dios!, y el pobre me compartió de su pan.
Dije al sueño: ¡Háblame de Dios! y el sueño me concedió un reconfortante descanso.
Dije a un campesino: ¡Háblame de Dios! y el campesino me enseñó a amar la tierra y a valorar sus frutos.
Dije a la naturaleza: ¡Háblame de Dios! y la naturaleza se vistió de hermosos colores, delicados olores, agradables sonidos y bellas sensaciones.
Dije a un amigo: ¡Háblame de Dios! y mi amigo me tomó del brazo y caminó a mi lado en los buenos y en los malos momentos.
Dije a un pequeño: ¡Háblame de Dios! y el pequeño me regaló una encantadora sonrisa.
Dije a un soldado: ¡Háblame de Dios! y el soldado dejó sus armas y me enseñó a amar la paz.
Dije a un ruiseñor: ¡Háblame de Dios! y el ruiseñor me regaló su canto.
Dije a la fuente: ¡Háblame de Dios! y de la fuente brotó agua fresca y cristalina.
Dije al viento: ¡Háblame de Dio! y el viento sopló una suave brisa sobre mi cara.
Dije a mi madre: ¡Háblame de Dios! y mi madre me dio un beso en la frente y me acogió entre sus brazos.
Dije a la gente: ¡Háblame de Dios! y la gente me aceptó, me ayudó y me amó.
Dije a la voz: ¡Háblame de Dios! y la voz empezó a rezar.
Dije a la noche: ¡Háblame de de Dios! y la noche me mostró una luna clara y brillantes estrellas.
Dije a la casa: ¡Háblame de Dios! y la casa me abrió sus puertas.
Dije a la mano: ¡Háblame de Dios! Y la mano se convirtió en servicio.
Dije al enemigo: ¡Háblame de Dios! Y el enemigo me tendió la mano.
Dije a mi corazón: ¡Háblame de Dios! Y mi corazón hizo brotar de mis ojos una lágrima de emoción.
Dije al dolor: ¡Háblame de Dios! y el dolor se transformó en agradecimiento.
Dije a la Biblia: ¡Háblame de Dios! y la Biblia abrió sus páginas y me mostró su interior.
Dije al sol poniente: ¡Háblame de Dios! y el sol me mostró un espléndido atardecer.
Dije a Jesús: ¡Háblame de Dios! y Jesús me enseñó a rezar el Padrenuestro.
Dije a la vida: ¡Háblame de Dios! y la vida para fortuna mía te puso en mi camino.
El fabulista y moralista griego, Esopo decía que: “Las palabras que no van seguidas de hechos, no valen nada”. ¿Te has puesto a pensar, Cuál sería tu respuesta si alguien te dijera en estos momentos: “HÁBLAME DE DIOS!!”?