EL PODER DE UNA SONRISA
Una sonrisa cuesta poco y produce mucho.
No empobrece a quien la da y enriquece a quien la recibe,
dura solo un instante y perdura
en el recuerdo eternamente,
es la señal externa de la amistad profunda,
nadie hay tan rico que pueda vivir sin ella,
y nadie tan pobre que no la merezca,
una sonrisa alivia el cansancio,
renueva las fuerzas y es consuelo en la tristeza.
Una sonrisa tiene valor desde el comienzo en que se da,
si crees que a ti la sonrisa no te aporta nada,
sé generoso y da la tuya,
porque nadie tiene tanta necesidad de la sonrisa
como quien no sabe sonreir.
Cuenta una leyenda, que un hombre oyó decir
que la felicidad era un tesoro.
A partir de aquel instante comenzó a buscarla.
Primero se aventuró por el placer y por todo lo sensual,
luego por el poder y la riqueza,
después por la fama y la gloria,
y así fue recorriendo el mundo del orgullo,
del saber, de los viajes, del trabajo,
del ocio y de todo cuanto estaba al alcance de su mano.
Un día, en un recodo del camino
vio un letrero que decía:
- "Le quedan dos meses de vida".
Aquel hombre, cansado y desgastado
por los sinsabores de la vida se dijo:
- "Estos dos meses los dedicaré a compartir
todo lo que tengo de experiencia,
de saber y de vida con las personas que me rodean".
Y aquel buscador infatigable de la felicidad,
sólo al final de sus días, encontró que en su interior,
en lo que podía compartir,
en el tiempo que le dedicaba a los demás,
en la renuncia que hacía de sí mismo
por servir estaba el tesoro que tanto había deseado.
Comprendió que para ser feliz se necesita amar;
aceptar la vida como viene;
disfrutar de lo pequeño y de lo grande;
conocerse a sí mismo y aceptarse así como se es;
sentirse querido y valorado,
pero también querer y valorar;
tener razones para vivir y esperar y
también razones para morir y descansar.
Entendió que la felicidad brota en el corazón,
con el rocío del cariño, la ternura y la comprensión.
Que son instantes y momentos de plenitud y bienestar;
que está unida y ligada a la forma de ver a la gente
y de relacionarse con ella; que siempre está de salida
y que para tenerla hay que gozar de paz interior.
Finalmente descubrió que cada edad tiene
su propia medida de felicidad
y que la fuente suprema de la alegría es el amor,
la bondad, la reconciliación, el perdón y la caridad total.
Y en su mente recordó aquella sentencia que dice:
"Cuánto gozamos con lo poco que tenemos...
y cuánto sufrimos por lo mucho que anhelamos".
(A./D.)