Érase una vez un Ada llamada Dulce Alí, que estaba tan pero tan triste porque sus poderes se habían esfumado y por más que sacudía su varita mágica, ninguna magia salía de ella. Lloraba y lloraba y lagrimitas de estrellita rodaban por sus mejillas. Ella tenía un gran deseo, poder cuidar de una linda niñita desde su nacimiento, pero por más que la buscaba no la encontraba. Cierto día, cansada de tanto esperar, cuando creía que nunca se le cumpliría su sueño, apareció radiante una hermosa bebé, tan frágil como las flores y tan dulce y suave como la nieve de chocolate. Cuando la bebé observó la mirada de Dulce Alí, se enamoró de ella, con ese amor eterno que sienten las madres con sus hijos cuando por primera vez se cruzan sus miradas, resplandeciente la varita mágica de Dulce Alí volvió a tener los poderes que había perdido y con un alín din don, arregló una linda casita con flores y cunitas para su pequeña. Desde aquel día Dulce Alí se dedicó a cuidar a su bebé y fueron muy pero muy felices.
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