Érase una vez, Tío tigre, llegó buscando trabajo al conuco de don Eustoquio. -¡Buenas!… ¿como esta, don Eustoquio?- dijo Tío tigre, quitándose el sombrero de paja. Como Don Eustoquio no veía bien, aunque lo tenía de frente no lo reconoció y sentándose en la hamaca, preguntó: -¿aja? ¿quién es?- dijo poniendo los ojos muy chiquitos para ver mejor. - soy Tío tigre cámara ¿no se acuerda de mi? -¿Tío tigre?… ¿Cómo está, Tío tigre?¿Qué lo trae por acá? Cano, el burro de don Eustoquio, se encontraba medio dormitado y espantándose las moscas con el rabo y las orejas, cuando escuchó el nombre de su antiguo enemigo. Desde el chiquero, los cochinos escarbaban el fango buscando su suculenta comida y no le prestaron atención al burro cuando dijo: -¡zape gato, garabato! Las gallinas estiraron el cuello y abrieron mucho los ojos y el gallo cantó nervioso. Entonces, las gallinas empezaron a cacarear poniendo a todos en el corral alertas: los pavos, los patos, los ruidosos guineos, los morrocoyes y los monos de la mata de guanábana. -¿que lo trae por acá tío tigre? Pase y siéntese.¡Cipriana, tráigamele café a don tío tigre! -vengo buscando trabajo don Eustoquio, usted sabe que la cosa ta’ dura- dijo Tío tigre cuando se sentaba en el taburete de cuero. -¿trabajo?¿y que sabe hacer usted, camarita?- dijo Don Eustoquio tomando la taza de café de su mujer. -bueno paisano, usted sabe que yo soy técnico superior universitario en agrotecnia, mención seguridad… -dijo Tío tigre cruzando las piernas como un doctor mientras soplaba el café. Don Eustoquio no entendió nada de lo que decía Tío tigre y sin embargo dijo: -¡ah caramba! ¡bien bueno!- fingiendo entender, mientras Tío tigre continuaba con la mentira: -si cámara, eso fue cuando anduve por Zaraza enamorao… -¿de modo?- dijo don Eustoquio siguiendo la corriente al mentiroso Tío tigre. - usted sabe que uno cambia Don Eustoquio- dijo Tío tigre terminando el café. -si, claro cámara.¿ y de que le voy a dar yo trabajo Tío tigre, a un hombre tan preparao’, si yo lo que soy es un simple conuquero? - pues precisamente Don Eustoquio, yo estaba pensando en un humilde cargo como inspector de seguridad del sector agrícola… -¡aja!- dijo Don Eustoquio sin entender ni papa mientras Tío tigre seguía hablando: - lo que nosotros por aquí llamamos… eeeh, ¿Cómo es que se le dice? ¡aaah, me acorde! Je, je, je… ¡GUACHIMAN! A Don Eustoquio, que había permanecido con la boca abierta esperando la explicación, se le cayó la taza vacía al suelo. -¡con que usted quiere trabajar es de guachimán! ¡Haberlo dicho antes hombre! -¿¡zamuro cuidando carne!?- gritó el burro desde el patio y todos los animales del corral rieron y apoyaron con mucho ruido su ocurrencia. -¡tranquilo compadre!- respondió Don Eustoquio al burro Cano- ¡Tío tigre es un hombre estudiao’ ahora! - bueno tío tigre, usted me dice cuando empieza. - hoy mismo cámara, que pa’ luego es tarde. -bueno paisanito, lo espero a la puesta del sol- Entonces Tío tigre se marchó poniéndose el sombrero de paja y caminando con distinción.
A la salida de la luna llena, Tío conejo se despertó y se puso las alpargatas. Olfateó con cautela la entrada de su cueva y salió como un cohete hacia el monte alto. Entonces caminó con calma. - ¿pa’ onde va poahi Tío conejo?- le dijo el cachicamo haciéndole una hermosa cueva a Tía lapa. - voy a hacer mercado camarita. Véngase conmigo.-dijo Tío conejo confiado. -¿ … usted no sabe la última, cámara Tío conejo?. Dijo el cachicamo bajando la voz, y Tío conejo se acercó para escuchar el secreto: -¿usted no sabe que por ahí anda Tío tigre de nuevo, cámara por vida suya? -¡¿Cómo va a ser?!- dijo Tío conejo asombrado. -¡siiiii camarita! Yo a usted lo veo muy orondo y la masa no está pa’ bollos. El vagabundo ese anda por ahí como perro por su casa y usted sabe como es la vaina con ese manganzón pendenciero y buscapleitos. -bueno paisanito cachi, gracias por el dato. Le debo un porción. - cuídese mucho, cámara Tío conejo. ¡ojo pelao! Y Tío conejo se marchó sigiloso y hablando solo: “¡ese sinvergüenza!¿ por que no se quedaría por donde estaba? Eso fue que estaba pasando hambre, ¡el muy bellaco!”
La enorme luna llena llanera iluminaba el sembradío de maíz de Don Eustoquio casi como el sol de la tarde. Tío tigre patrullaba los callejones del maizal con diligencia de soldado mientras silbaba un joropo tras otro y de vez en cuando entonaba coplas sabaneras.
Hermosa flor zaraceña Atiende lo que te digo Si no te fuiste con el Tienes que dirte conmigo
Tío conejo salió del bosque y observó las líneas perfectas del sembradío de maíz, el monterascal de las dulces batatas y las enormes auyamas, y las macetas de cilantro, perejil, llantén, cebollín y otras plantas medicinales y de cocinar de Doña Cipriana. Todo esto estaba entre él y el rancho de Don eustoquio. Se acercó cuidadosamente al conuco hasta que empezó a oír al desconocido coplero silbando y cantando sin pausas:
Aquella noche en el baile te dije que te quería Verdad caramba te dije que te quería Verdaíta y como no, como te lo estoy diciendo Negra de la vida mía
Tío conejo no conoció la voz del cantante. Se puso nervioso y avanzó con mucho más cuidado mientras los silbidos y las coplas se repetían en distintos ritmos llaneros:
Hay viene la guacharaca Por la orilla e’ la quebrá Si te quieres dir conmigo Espérame en la majá’
Entonces sopló la brisa en contra de Tío conejo y casi se desmaya al notar, por el inconfundible olor, que el cantante era nada más y nada menos que su archienemigo Tío tigre. De repente la brisa se regresó antes que Tío conejo pudiera huir y se supo descubierto en el momento que cesaron los silbidos y los cantos para reanudarlos como si nada:
Cámara por vida suya Por vida suya acérquese y venga acá Para que cante conmigo Verdaíta y como no No se me vaiga a negá
Tío conejo, petrificado de miedo, estaba pensando en la veloz huída cuando Tío tigre lanzó una copla tentadora:
Si usted me gana cantando Sinceramente Y mi palabra empeñá
Se pué llevar del conuco Como se lo estoy diciendo To’ lo que pueda llevá
Tío conejo no dudaba en que era una trampa del astuto Tío tigre y cuando estaba dispuesto a huir salieron sin pensarlo de su boca los siguientes versos:
No hago trato con tramposos Verdad caramba Porque no saben pagá En caso que haya un fiador Verdaíta y como no Me arriesgo a contrapunteá
Los animales del corral, con el burro Cano a la cabeza, habían estado escuchando las coplas, los silbidos, las lalaleadas y las mjmjmjadas de tío tigre y al oír un segundo cantante se pusieron alertas. También el viejo Eustoquio y la vieja Cipriana escucharon la respuesta del desconocido contendor. Tío Tigre ripostó:
Yo no soy de por aquí Amigo mío Yo vengo de por allá De donde el llanero es copla Donde la mujer es verso Y la palabra es sagrá
El silencio fue la respuesta. Mientras tío tigre planeaba astutamente la celada los animales del corral y los del bosque llanero se fueron acercando y empezaron los recios acordes de un seis por derecho con el conjunto de los animales del corral de don Eustoquio, con el mono Rango al cuatro, el cochino Tato en las maracas y el maestro Gallo en el arpa. Entonces el burro Cano sacó a bailar a Hortensia, la gallina roja y Tío tigre volvió al ataque saliendo del maizal: Aquí tiene los fiadores Camarita desconfiao Que acaba e solicitá Y en arpa, cuatro y maracas Se lo juro por dios santo Naiden me puede ganá
Los gritos de júbilo, ante la copla retadora de Tío Tigre terminaron de animar a Tío Conejo quien atacó con su mejor repertorio:
Ni que se encomiende a dios Cámara por vida suya Lo viá dejá de pelá Para que cante conmigo Verdaíta y como no Tiene que aprendé a cantá
Tío Tigre entendió que ante tanto público, que llegaban más y más de todos los rincones del bosque llanero y de otros corrales vecinos, debía cumplir su palabra de pagar con los productos del conuco la derrota. Entonces se apresuró a imponer las condiciones en caso que él ganara sabiendo que igualmente el arisco Tío Conejo se vería obligado a cumplir.
Que usted me gane cantando Como se lo estoy diciendo Eso nunca va a pasá Cuando le gane ésta noche Déjemelo por escrito Que nunca va a regresá
No aceptar la proposición sería aceptar de antemano la derrota. Así que los dos copleros quedaron atados por un trato de honor ante la mitad de los habitantes de la comarca.
Eso no es ni necesario Pues mi palabra Es una letra firmá Traje mi saco de nylon Enrollao al porsiacaso Para empezar a cargá
Enseguida, ante lo serio del compromiso, por sugerencia de Misia Cascabel, se constituyó de emergencia un jurado que decidiría, en caso de no producirse una derrota estrepitosa, por abandono u otra causa fortuita de alguna de las partes, quien sería el ganador. El viejo cocodrilo fue escogido por sus conocimientos del folclor llanero, así como el Turpial, el Rabipelado, la iguana y el Báquiro, quienes estuvieron atentos ante cualquier error, cambio de letra, gallos sueltos, etc. Don Eustoquio seguía, desde su hamaca, el desarrollo de la contienda, sabiendo lo que se jugaba, con las esperanzas de deshacerse de una vez y para siempre, de la manera menos esperada, del escurridizo Tío Conejo. Los contrincantes tomaban ron puro en los cortos descansos que permitía la intervención del otro, para mantener la garganta clarita ya que una pérdida de la voz produciría automáticamente la derrota del afectado. La Danta se encargaba, junto al caballo de Don Faustino, de despejar el área de los animales borrachos que querían intervenir en el contrapunteo. Y así siguió la inesperada fiesta llanera al son de las recias notas del arpa cuatro y maracas de los animales del corral, coplas iban y coplas venían, las parejas más disparejas se entrelazaban a bailar: el cocuyo con la lapa, el cunaguaro con la venada, la culebra con el sapo, la ardilla con el congorocho. El zapateo inundaba de polvo a los presentes, amenazando con dañar la garganta de los copleros, por lo que el jurado mandó a oso hormiguero con la baba y el araguato a buscar agua para aplacar la polvareda. Entonces pasó lo inesperado, la luna grande y radiante fue cubierta por negras nubes y comenzaron los primeros relámpagos en el cielo. Pronto caería un diluvio. Había que terminar el contrapunteo antes que el aguacero lo dañara, por lo que tío caimán, presidente del jurado, decretó que cada quien tendría oportunidad de decir sus cuatro últimas coplas y se decidiría el ganador. Ambos contendientes se esmeraron por rematar su actuación con sus mejores versos y lo lograron, arrancando aplausos y ovaciones de los presentes. Cuando tío conejo dijo su último verso se detuvieron las notas del sabroso joropo y el jurado se dispuso a dar su veredicto. El loro , que fungía como presentador de la contienda recibió el veredicto en cinco sobres cerrados que fue abriendo y leyendo cuando ya comenzaban a caer los primeros goterones: - jurado uno: 115 a 113 a favor de tío tigre… - jurado dos: 114 a 112 a favor de tío conejo… - jurado tres: 117 a 115 a favor de tío tigre… - jurado cuatro: 118 a 116 a favor de tío conejo… A cada lectura de veredicto los partidarios de cada contendor irrumpían en aplausos y loas a favor de su preferido. Hasta ahora dos jurados habían visto ganador a tío tigre y otros dos jurados habían visto ganador a tío conejo. Entonces papá loro, entre el suspenso de los presentes y los relámpagos estelares, leyó el último y decisorio sobre: - y quinto y último y decisivo jurado: ¡TABLA! Nadie se esperaba semejante decisión, ni el público, ni los cantantes ni siquiera el mismo jurado, que no se comunicaban la votación, ni se consultaban sobre sus preferencias para evitar componendas… Entonces el cielo lanzó su último y demoledor aviso y comenzó a caer el palo de agua más feroz que se haya visto por aquellas sabanas y en cuestión de segundos no quedo animal que no estuviera bien resguardado en su cueva, mogote, nido, madriguera, guarida, escondite o corral. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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