Por fin he logrado atravesar la última cumbre de la montaña que me impedía salir de aquel valle, de resplandeciente y cegador brillo. No he querido mirar atrás, aunque la experiencia vivida, pienso que no la podré olvidar jamás…Tan solo he estado una semana, siete días con sus siete noches que me han dado la posibilidad de descubrir, en ese corto periodo de tiempo, como es “Un mundo de oro”... Aquel valle escondido del resto de la humanidad, se conservaba fresco, natural, enigmático. Sus casas, las puertas no tenían cerraduras, no había rejas en sus ventanas, ni cercas que separaran las propiedades, ni coches por sus calles. Pero lo mas sorprendente, eran las diferentes esculturas o estatuas, de un color intenso reluciente. Entre ellas había arboles, animales, carruajes, personas, algunas casas, todo salpicado aquí y allá, casi de forma alocada y caprichosa. Y en medio de todo aquello, la vida transcurría de forma natural, sin que sus habitantes prestaran ninguna o poca atención a la naturaleza del metal en las que estaban hechas…eran de finísimo oro puro. Lo primero que se te venia a la cabeza, es que debía de tratarse de un país muy rico, o que tendrían importantes minas de este material precioso, tan codiciado por todos. También hacia suponer que debían de ser expertos en el arte de la fundición además de magníficos artistas para conseguir aquella realidad tan cercana a lo natural que poseían todas aquellas esculturas y estatuas.
Sus gentes trabajaban alegres y colaboradores, siendo casi imposible distinguir que cosas, eran de cada uno, pues el mismo que estaba trabajando en su campo, ayudaba a construir la casa del compañero, y la mujer que había trabajado preparando la comida, la compartía con sus vecinos. Estuve todo un día, sin hablar con nadie, fascinado tan solo en observar todo aquello que sucedía a mí alrededor.
A las personas no les preocupaba el verse observados, (con tanta curiosidad y atención por mi parte), ellos seguían comportándose con naturalidad. En mi cabeza, algo me hacia pensar que en aquella ciudad faltaba algo… ¿Pero el qué?
El segundo día, desperté en una casa distinta a la de la primera noche, ahora eran una pareja de abuelos muy simpáticos y serviciales, a la vez que madrugadores y trabajadores, mucho antes de que me levantara, habían dado de comer a los animales y arreglado las cuadras. Solo el olor que venia de la cocina, me hizo saltar de la cama, para asearme e ir a desayunar. Les deje arreglando su campo y de nuevo me dispuse a recorrer la ciudad paseando por todas sus callejuelas. Entre saludo y saludo me fui cruzando con estatuas y esculturas de oro, que con su brillo me cegaban, al reflejar los primeros rayos del sol de la mañana. Pase por locales, dedicados a cubrir las necesidades básicas de las personas (panaderías, pescaderías, farmacias, ferreterías, etc.) En todas ellas se servía cada uno aquello que necesitaba, y con una sonrisa salía con sus necesidades cubiertas, del establecimiento en dirección a donde tuviera que ir. ¿Qué forma tan rara de comprar? Internamente supuse el por que nadie pagaba, tal vez se trataba de una comuna. Pero seguía sin tener explicación de las esculturas de oro. Mi primer objetivo fue dirigirme al Ayuntamiento, para preguntar por el origen de tanta riqueza y de la ostentación tan presente entre las calles del pueblo. No fui capaz de encontrar en todo el día, nada que se pareciera a la autoridad, no había alcaldía, ni policía, ni partidos, ni sindicatos…agotado y cansado de tanto andar, acabe en la casa de Alberto el medico y Miriam su mujer, que me ofrecieron una habitación en donde pasar la noche. Al amanecer del tercer día, me encontré con Alberto, que venia sonriente, pero con cara de cansado, regresaba de asistir un parto de la hija de Paco el panadero. ¿Es que aquí no descansa nadie? –Me pregunte a mi mismo al ver tanta actividad- Ya en la calle, me dije que de hoy no pasaría, que al menos descubriría donde estaban las minas, la fundición y sobre todo conocer a los artistas de tan bellas obras. Desilusionado comprobé que mis esfuerzos, no habían dado ningún resultado positivo, comencé a pensar que los habitantes de aquel lugar, eran simpáticos, serviciales, trabajadores, desinteresados, acogedores, etc. Pero en ningún caso tontos y su secreto estaba muy bien guardado. Agotado con los pies doloridos, con unas ganas locas de dormir y descansar, me vi en casa de Julio el bibliotecario, un hombre culto y Gloria su encantadora mujer, madre feliz de todo un pequeño ejército de niños, al menos conté ocho o nueve, lamentablemente no fui capaz de memorizar sus nombres. Apenas me costo levantarme el cuarto día, aquella casa parecía un cuartel, había disciplina pero eso no evitaba el bullicio y las colas para entrar en el baño. Deje atrás la casa y sus ruidosos inquilinos en plena actividad, cada uno salió en dirección a sus obligaciones y con un libro prestado en las manos me fui a tratar de resolver las preguntas que rondaban por mi cabeza. Recapitulemos -me dije- ¿Haber que tenemos hasta ahora? La gente es feliz, hay preciosas esculturas de oro por todas partes, de personas, animales y objetos. Aquí no hay autoridades y sin embargo hay respeto y estoy casi seguro que guarda un secreto, que no quieren compartir. También he llegado a la conclusión de que en el tiempo que llevo aquí, no me ha hecho falta el dinero, es mas ni tan siquiera se si existe una moneda oficial, no se ve dinero por ninguna parte. Hoy el día ha sido entretenido, he visitado de cerca, la escuela, las fabricas, el teatro, el centro medico, los bares…otro día que el agotamiento me puede y me voy a la cama sin resolver ninguna de las preguntas que me acompañan desde el primer día que puse un pie en este enigmático lugar. Esta noche la pasare en una casa humilde, ellos tienen lo mínimo, pero me han puesto a mi disposición su mejor cama, todo es sencillo, limpio y acogedor. La cena me ha servido para ir conociéndoles un poco mejor. No he podido reprimirme y les he preguntado a Raquel y Emilio, porqué motivo ellos vivían así, con lo justo, si en las tiendas y comercios todo el mundo cogían lo que necesitaban y no pagaban. -Tú lo has dicho, nosotros cogemos lo que necesitamos- ¡Ya y otra cosa!, ¿Porqué no tenéis hijos? -Si hemos tenido hijos, ellos ya no viven con nosotros pero están en el pueblo- es lo ultimo que recuerdo de la conversación antes de quedarme dormido en el sillón, por el cansancio. Cada día que pasa me cuesta mas levantarme, mis anfitriones, ya se han marchado a sus quehaceres cotidianos y me han dejado un estupendo desayuno y una nota en la mesa de la cocina, en la que me desean que pase un buen día.
Al pasear por la ciudad he sentido un deseo irrefrenable de apropiarme de unas pequeñas margaritas de oro, que hay junto a una escultura de un joven que se encuentra inclinado sobre ellas, mirándolas pensativo. Fue tocarlas con las yemas de mi mano y las uñas se comenzaron a transformar en oro. El sentimiento de apropiarme de las flores, desapareció al instante y me quede fascinado de lo que me estaba pasando. –Me dije- ¿Para qué quiero las pequeñas margaritas? ¡Si ahora mis uñas son de oro!
Todo ese día me lo pase hablando con la gente y presumiendo de mis brillantes uñas. Pude observar que en general aunque quisieron mostrarse amables conmigo, todos se entristecieron y me recomendaron que buscara al Maestro… ¿Quién era el Maestro?, ¿porqué estaban tristes?, ¿pensarían que les estaba robando? Aquella noche, me toco dormir en la calle, me acurruque como pude en un cobertizo y me cubrí con cartones. No podía dormir, ni dejar de pensar la cantidad de cosas que se podían hacer con tanta riqueza que estaba tirada por las calles, hasta que el cansancio en algún momento me venció… Sentía sobre mi cuerpo el calor de la mañana y en mi cara como si alguien me estuviera besando. Abrí los ojos y descubrí la cabeza de un enorme perro, que me estaba lamiendo la cara a lengüetazos. Por un momento dude, no sabia cuanto tiempo llevaba en aquel lugar, pero tenia que encontrar al Maestro. Me lave la cara como pude, en el aseo de un bar y al mirarme al espejo, me quede de piedra. ¿Qué me estaba pasando? Ahora, no solo tenia las uñas , también mi pelo eran finos cabellos de oro. –Tengo que encontrar al Maestro- Salí del bar y en esos momentos, sentí una mano sobre mi hombro, sin volverme recordé que era la primera vez, que me tocaba alguien. Me gire despacio y vi ante mi a una persona que transmitía paz y armonía.
-Busco al Maestro-le dije, tengo que hablar urgentemente con El, ¿Puedes ayudarme?, ¿necesito verle? Ante mi angustia, me contesto. -Ya estas hablando, ven siéntate, respira y ordena tus pensamientos, retoma las riendas de tu mente- ¿Qué me esta pasando? -Le dije- -Algo muy sencillo, que ya ha ocurrido a otras personas y que tu, seguramente te has cruzado con ellas, en estos días- Perdona, estoy confundido, no entiendo nada. -Es muy sencillo, aquí en este lugar puedes vivir según tu corazón. Las estatuas humanas y el resto de esculturas, son la consecuencia final, del deseo del corazón humano.
-¿Qué quieres decir?-le pregunte-
-Las estatuas humanas, fueron en otro tiempo, personas que en su corazón, quisieron enriquecerse, forrarse, hacerse de oro…y su deseo se hizo realidad. También de la misma manera, los bienes ajenos, de los que se apropiaron indebidamente, se hicieron de oro, ante los ojos de todos… Pero aquí, el oro no es nada, tan solo el resultado de aquellos que en un momento aciago de su vida, perdieron de vista, que lo mas importante no es POSEER, si no SER.
-Tengo que salir de aquí cuanto antes, mis manos casi no me obedecen, los dedos y las palmas, son de oro como las uñas, ya no pudo casi moverlos, mis pies parecen dos botas de alta montaña rígidas y de reluciente oro. El Maestro antes de desaparecer de mi vista, me indico que todavía tenía tiempo para decidir que quería ser…pero debía de actuar rápido. Lamento haber sido tan ciego, he dejado atrás la ciudad, solo pienso en caminar, caminar y alejarme a toda prisa de este lugar, tal vez algún día cuando este preparado regresare… ¡Por fin he logrado atravesar la última cumbre de la montaña que me impedía salir de aquel valle, de resplandeciente y cegador brillo!
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