Alla donde haya exigencia, podran
alcanzarse los resultados, pero pocas
veces habra satisfaccion, verdadero
disfrute.
Si lo que se pide es lograr un
resultado, ¿ Por qué valorarlos
entonces? ¿ Por qué celebrarlo? Bajo
una presión, no queda la sensacion de
haber atravesado una experiencia. Ni
memoria de lo aprendidoo, pues en
general nada se aprende bajo el
mandato de la exigencia. Apenas
queda algo de alivio si se logra el
resultado exigido o la sensacion
de fracaso cuando no es asi.
El habernos desarrollado bajo la
sombra de la exigencia hace que
luego repitamos esa actitud ante los
demas. A pesar de lo mucho que
eso dificulta las relaciones, no es lo
mas grave.
Lo peor es que la exigencia suele
dejar su sello principal en nosotros
nos convierte en autoexigentes.
Instala en nuestro interior una voz
que nunca calla, que deja oir
permanentemente su critica,
su disconformidad con lo que
logramos, nos pide la perfeccion, nos
advierte con severidad ante el error y
nos previene contra todo lo que nos
ocurrirá si lo cometemos, y nos llena
de miedos ante un posible error.
Y en muchas ocasiones dejamos de
hacerlo por no hacerlo mal.
Una persona autoexigente ve la
equivocación como el más temido de
los fantasmas. No se permitirá un error
ni, mucho menos, no lograr un objetivo.
Y hasta tal punto no lo hará que, ante la
posibilidad de que aquello ocurra,
preferira no actuar, se vera
inmovilizada, se privara de lo más
valioso, de aquello que siempre nos
enriquece, por encima de los
resultados, y que es la experiencia...
lo vivido.
Les agradezco mucho el tiempito
que le dedicaron a mi aporte y espero
que haya sido de su completo agrado.