La bondad se manifiesta a través del rostro y
las almas puras reflejan en las pupilas una encantadora e irresistible atracción.
Para los enamorados de la expresión poetica ,
es decir,para los que gustan ,
entrelazar la armonía del pensamiento con la música de las palabras,
la filosofía Espírita encierra motivos dignos de animar el poema sinfónico más excelso;
y es todo lo que cobra vida y
esplendor ante la luz maravillosa que surge del conocimiento de la vida inmortal.
El arte adquiere novísima expresión y
el artista iniciado en esta disciplina filosófica de los conocimientos eternos, ya sintiendo y
expresando armoniosamente los arcanos de la naturaleza,
cuyos secretos se hacen accesibles al sereno indagar de la meditación, ya no se conforma con admirar la belleza exterior de las formas,
inquiere los motivos que dieron forma a esa belleza y los encuentra cuando,
examina el bellísimo rostro de los ángeles, en las obras maestras realizadas por los genios de la pintura;
se sumerge en el éxtasis de la contemplación y
su mente recorre,
con la velocidad del relámpago, el proceso de gestación,
de pulimento y de perfeccionamiento de esa belleza,
que conmueve y subyuga su alma.
Qué es lo que da al semblante de esos seres,
la expresión de tan dulce y serena majestad?
Por qué fluye de ese conjunto armonioso ,
las sensaciones de una pureza sin mácula?.
El velo que cubre el enigma de esas formas angelicales,
se descorre ante su vista y contempla el laborioso trabajo del Espíritu,
embelleciéndose a través de los siglos con las galas de las virtudes conquistadas de encarnación en encarnación,
de vida en vida, en el espacio y en la tierra.
De cuantos amores abnegados y de que innumerables sacrificios sencillos y heroicos, esto forma la dulce expresión de esos rostros.
El buril del tiempo,
movido con arte inigualable por la fuerza del deseo,
de los pensamientos y de las acciones,
ha ido tallando en el diamante del Espíritu el bosquejo de una forma que surge y adquiere contornos delicados y
acordes a la evolución moral de los seres.
Cada acto, bueno o malo, así como todo pensamiento oscuro o luminoso va imprimiendo en la fisonomía una particularidad definida,
que ensombrece o ilumina el semblante.
Más real y permanente que la belleza de las formas,
es la belleza ideal del Espíritu.
El secreto de esta belleza que enciende en las pupilas,
la serena luz de las estrellas y
brinda al rostro la suave dulzura de los ángeles,
radica en la rectitud de la conducta,
en la elevación del pensamiento y
en el deseo constante de ser cada día más bueno, más puro, más sencillo.
Cuánto cuesta alcanzar esta depuración íntima,
pero cuántas alegrías ella proporciona al espíritu que,
está en posesión de esa conquista.
Luces Divinas acompañan sus pasos,
celestes claridades se abren ante sus pupilas ansiosas de horizontes infinitos y
siente y goza la inefable dicha de contemplar las grandezas eternas.
Autor desconocido