Son muchos los enigmas, que a lo largo de la vida nos han cautivado.
La naturaleza y sus componentes, nos obsequian a cada instante
con bellezas mas allá del raciocinio humano, haciéndolas dignas
de admiración y adoración. Cada rincón de nuestro planeta esta lleno de plantas, minerales
y animales que nos deslumbran con su belleza natural.
Convirtiéndonos en codiciosos capaces de extraerlos de su habitat
natural, y encerrarlos por siempre, para el placer y deleite de
nuestro egocéntrico yo. Es cierto que en los comienzos de nuestra andadura por este
planeta llamado tierra, copiamos su forma de vida, y tuvimos que
vestirnos o resguardarnos de las cambiantes condiciones climáticas
con pieles. Pero lo que empezó siendo una necesidad, con el
transcurrir de los años se fue convirtiendo en rito y codicia. Los indios americanos, descubrieron en el águila un animal digno de
elevar a los altares. Su serenidad a la hora de cazar y su hermoso
plumaje, símbolo de su fuerza exterior, lo fue convirtiendo en
un ave respetada y venerada.
Por tal razón, comenzaron a vestir sus penachos y cuerpos
con las plumas de este magnifico animal.
Creyendo así, que alcanzarían mayor sabiduría, poder e incluso
la capacidad de premonición espiritual, logrando de esa manera
aquello que, para ellos eran designios divinos y que podían afectar a
toda la comunidad. Algo lógico cuando la naturaleza dominaba la sugestiva mente del
hombre, pero no solo el plumaje de las aves a servido para ahuyentar
a los malos espíritus, también ha sido testigo fiel del lujo y
seducción de la codicia humana.
Neskatilla
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