DAME TU MANO MARIA
Dame tu mano, María,
La de las tocas moradas;
clávame tus siete espadas
En esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
Tarde negra y amarilla.
Aquí, en mi torpe mejilla,
Quiero ver si se retrata
Esa lividez de plata,
Esa lágrima que brilla.
Déjame que te restañe
Ese llanto cristalino,
Y a la vera del camino
Permite que te acompañe-
Deja que en lágrimas bañe
La orla negra de tu manto
A los pies del árbol santo,
Donde tu fruto se mustia:
No quiero que sufras tanto.
Qué lejos, Madre, la cuna
Y tus gozos de Belén:
No, mi Niño, no. No hay quien
De mis brazos te desuna.
Y rayos tibios de luna,
Entre las pajas de miel,
Le acariciaban la piel
Sin despertarle. ¡Qué larga
Es la distancia y qué amarga
De Jesús muerto a Emmanuel!.