Docenario guadalupano
Por el padre Joaquín Gallo Reynoso
Santa María de Guadalupe, las santas y nuestra vocación y misión
Estamos en el mes de Todos los Santos y Santas. Le agradecemos a nuestro Dios que nos invite a ser santos como Él es santo. Desde el Bautismo fuimos integrados a la familia divina, injertados en Cristo para ser “alabanza de su gloria”.
Agradezcamos esta vocación y misión y pidámosle a Santa María de Guadalupe nos ayude a vivir, con fidelidad, como buen@s y sant@s discípul@s, estos deseos y alianzas que nos ofrece y regala nuestro Dios.
En esta ocasión seguimos desarrollando algunos temas que de por sí nos pueden ayudar a vivir una vida más santa y digna. El Documento de Aparecida de los señores Obispos de América Latina nos seguirá dando pistas para inspirarnos a vivir más comprometida y santamente, impulsados por la fiesta de Todos Santos y la tan querida del Día de los Fieles Difuntos. Esperamos que éstos muy pronto pasen a participar de la gloria del Señor Jesús y que nosotros entendamos que Dios nos quiere, a tod@s, sant@s…
El mes pasado tuvimos un mes lleno de experiencias positivas: apertura del Congreso Eucarístico Nacional en Tijuana, mes de las misiones, del Rosario y de la familia; Juegos Panamericanos en Guadalajara con tantos éxitos y buen ambiente.
Algunos hasta pudimos ir a la Basílica de Guadalupe para el día 12 y después a la montaña de Cristo Rey para seguir proclamando al Señor Jesús Rey de nuestras vidas, nuestras familias, nuestra diócesis y México. Que las siguientes consideraciones y los textos propuestos del Documento de Aparecida nos impulsen a querer llegar a la santidad que Dios quiere para cada un@ de nosotros.
Primera consideración: En la primera entrevista en el Tepeyac, María se le presentó a San Juan Diego como la siempre Virgen Santa María.
El sábado 9 de diciembre de 1531, al amanecer, la Virgen le dijo: “Sabe y ten entendido, mi hijito pequeño, que Yo soy la Perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del Verdaderísimo Dios por quien se vive, el creador de las personas, el dueño de lo que nos rodea, el dueño del cielo, el dueño de la tierra” (N.M. 26). Ella, embajadora de Dios, ha recibido y correspondido al llamado de Dios a una plenitud de santidad que solamente Ella pudo alcanzar y vivir en esta tierra. Glorifiquemos a Dios, que así lo quiso, y a Ella, que le correspondió a la perfección. Jaculatoria apropiada: Con Santa María de Guadalupe y todos los santos, conocemos, amamos, seguimos y servimos a Jesús.
Segunda consideración: María le presentó a Juan Diego y nos presenta a nosotros al que es totalmente santo, al Tres Veces Santo. Dios Trinidad es plenamente santo, puro, incontaminado. En Él no puede haber mancha alguna espiritual, no es capaz de hacer el mal. Es donación amorosa para toda su creación. Por eso los ángeles y arcángeles alaban eternamente a las Tres Divinas Personas.
Nosotros haremos lo mismo al participar de su gloria eterna, pero a nuestro estilo, según nuestro ser de criaturas
personales corporales creadas a imagen y semejanza del Hijo Eterno del Padre. Alabemos y bendigamos a quienes nos aman con tanto amor y nos invitan a participar de su misma santidad, gozo y alegría, y a María que nos acerca a la Trinidad...
Tercera consideración: Juan Diego vive a su modo la llamada a la santidad y cree en la gloria prometida. Cuando Juan Diego pasaba por el Tepeyac y antes de ver a la Virgen “oyó cantar sobre el cerrito… Se detuvo… Se preguntó: ¿Dónde estoy… acaso allá donde nos dejaron dicho los antiguos maestros… acaso en la tierra celestial?” (N.M. 8-10). Fue un hombre de fe y esperanza, buen discípulo de Jesús y de María, y su ilustre misionero. Aprendamos de él a buscar nuestro propio camino de santidad…
Cuarta consideración: Juan Diego creyó en el poder de los sacramentos y los frecuentó.
El Señor Jesús nos dejó a la Iglesia como a su sacramento vivencial, en donde sus discípul@s creciéramos en santidad hasta la medida de Cristo, como dice San Pablo. Y que cada quien, respecto a su vocación, descubra y viva la santidad a la que es llamad@.
Él reconoce que los sacerdotes son “los que nos enseñan las cosas de Dios, son las imágenes de Nuestro Señor…” (N.M. 24). Ésa sí que es fe y un llamado fuerte a nosotros, sacerdotes. Que cada un@, ayudad@ por los sacramentos, llegue a la santidad que Dios le pide.
Quinta consideración: Cuando Juan Diego estaba muy preocupado por la posible muerte de su tío Juan Bernardino la Virgen lo consoló. Ante la presencia de una posible muerte de un ser querido procuramos estar cercan@s para apoyarlo y a su familia. Por esta razón Juan Diego no se presentó el lunes 11 con la Virgen, según su compromiso, porque su tío estaba grave. Como a tod@s nos preocupa la situación límite de l@s nuestr@s que están cercan@s a morir. Pero como de costumbre, María sale a nuestro paso, nos consuela, como lo hizo con Juan Diego y a quien le dijo: “Que no se perturbe tu rostro, tu corazón; no temas esta enfermedad ni cosa punzante, aflictiva… porque de ella no morirá por ahora, ten por cierto que ya sanó…” (N.M. 118 y 120). La razón de su intervención es porque se le mostró como “Su Piadosa Madre Compasiva… ¿No estoy Yo aquí que soy tu Madre?” (N.M. 29 y 119). Gocemos esta presencia y actuación poderosa y misericordiosa de nuestra Madre. Ella siempre, y en momentos límite, también vela así por nosotros… Procedamos de la misma manera como buen@s discípul@s del Señor…”.
Con Santa María de Guadalupe aprendemos a ser discípul@s y misioner@s del Señor Jesús.