Docenario Guadalupano
6 diciembre 2011
Por. Joaquín Gallo Reynoso, sacerdote jesuita
Los caminos de Dios, de María y de nosotros en el Acontecimiento Guadalupano
Hemos estado considerando algunos aspectos de la presencia divina en el Acontecimiento Guadalupano; hoy nos fijaremos en algunos rasgos comunes entre la acción del Espíritu Santo en la vida del Señor Jesús y en María, los Apóstoles y discípul@s del Señor en y después de Pentecostés y algunas similitudes en el Acontecimiento Guadalupano.
Esperamos esto nos dé pistas para nuestra vida y nuestra acción pastoral.
Primera consideración: El Espíritu Santo en la concepción del Señor y de la Iglesia. El ángel Gabriel le dijo a María: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra" (Lc 1, 35). La Alianza entre el Espíritu Santo y María quedó patente desde la encarnación del Verbo Eterno en Ella. Él fue el que realizó esta obra máxima de Dios y fue también quien ayudó a que la Iglesia fuera concebida gracias a su presencia dinamizadora desde la muerte y resurrección del Señor. Él coordinó todo lo necesario para que se diera el gran Pentecostés (Hech 2, 1-12). Tengámosle mucha confianza porque bien que sabe dirigirnos por los caminos del Señor. Jaculatoria apropiada: Ven Espíritu Santo a iluminar nuestro ser oscurecido para que vivamos en la claridad y fortaleza de Tu amor.
Segunda consideración: El Espíritu Santo en la vida y misión del Señor Jesús. Toda la vida de Jesús estuvo marcada por la presencia del Espíritu Santo pues éste es su propio Espíritu, no puede vivir separado de él. En el Evangelio aparece que el Espíritu lo condujo al desierto. Pero así podrían decir los cuatro evangelistas de cómo Jesús fue llevado a atender a la samaritana, a encontrarse con Zaqueo, a devolver la salud a cientos de personas, a predicar las Bienaventuranzas, a recorrer Judea, Galilea y otros lugares. El Espíritu Santo, siempre presente en Jesús. Pidámosle que siempre estemos atentos a lo que Él nos va inspirando porque también siempre está con nosotros si así lo queremos.
Tercera consideración: La presencia del Espíritu Santo en la vida de María. Lo mismo que hizo el Espíritu Santo con Jesús, lo hizo también con nuestra Madre Amada. Ella se dejó conducir suavemente por Él. Al principio, junto con San José; ya viuda, en su soledad y en compañía de Jesús, los Apóstoles y discípul@s del Señor. Notable su intervención en Caná, al pie de la cruz y en la etapa de su glorificación. Que Ella nos enseñe a ser dóciles al mismo Espíritu Santo que tanto la dinamizó en su vida. Así, Él nos dinamice a nosotros y nosotros cooperemos con Él como lo hizo nuestra Admirable Madre María y, en México, nuestro querido Juan Diego Cuauhtlatoatzin.
Cuarta consideración: La presencia del Espíritu Santo en la acción de la Iglesia.
El mismo Espíritu Santo que guió a Jesús y a María y a todos los glorificad@s es el mismo que ha seguido guiando a la Iglesia a través de los siglos. Estableció a los obispos como los guardianes especiales de la misma para que estuvieran al tanto de la comunidad cristiana para que ésta siempre atendiera las necesidades de los pueblos según las circunstancias. Hoy hace lo mismo. Pidámosle que la Iglesia siempre sea fiel a Él y la jerarquía cumpla bien su papel en la Iglesia y el mundo como lo hizo en su tiempo el obispo Zumárraga.
Quinta consideración: La presencia del Espíritu Santo en el Acontecimiento Guadalupano. Una presencia singular y especialísima tuvo el Espíritu Santo en la realización del Acontecimiento Guadalupano. Dice la narración original que "absolutamente toda esta ciudad, sin faltar alguien, se estremeció cuando vino a ver y admirar Su Preciosa Imagen. puesto que ningún hombre la pintó." (N.M. 214 y 218). Como en la vida de Jesús, de María y de la Iglesia naciente estuvo muy al pendiente de que el Plan Divino pudiera realizarse según lo dispuesto en la Providencia Divina.
Así, preparó al pueblo anterior a Juan Diego para que cuando éste llegara a