Jesús dijo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Juan 6:47 |
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Creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos. Hechos 15:11 |
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Algunos testigos de la resurrección
Jesús había liberado de sus ataduras a María Magdalena. Desde entonces ella lo había seguido desde Galilea, sirviéndole. Por eso estaba tan desconsolada cuando encontró la tumba vacía, el domingo siguiente a la crucifixión de su Señor. No hubo nada que pudiese consolarla cuando vio que el cuerpo ya no estaba allí. María quería tener a su Señor, vivo o muerto, y Jesús se reveló a su corazón tan lleno de afecto. Fue la primera en ver al Señor resucitado. Después, encargada de llevar un mensaje importantísimo, fue a los discípulos y les transmitió sus palabras: “Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Juan 20:17). Dos discípulos iban a Emaús. Se sentían tristes y desamparados. De repente un desconocido se les acercó y caminó con ellos haciéndoles preguntas y hablándoles al alma. Ellos le pidieron: “Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado” (Lucas 24:29). Ya en la casa, cuando estuvieron a la mesa, en el momento de orar, por fin reconocieron al forastero: era Jesús. Pero él desapareció al momento. Los dos discípulos regresaron inmediatamente a Jerusalén. Su recompensa fue grande cuando Jesús apareció en medio de los discípulos reunidos, y les dijo: “Paz a vosotros” (Juan 20:19).
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