Te pegaste a la fotografía, de una voz callada con ojos de niña, de una lucecita que alumbró de calma tantas caminatas de tu rebeldía.
Te quedaste cierto en algún renglón, donde el corazón era feliz preso, donde el sentimiento se llamaba yo, donde existe un sol exento de regreso.
Te dormiste en vientres que vírgenes latían, entre la santina de mis tentaciones, entre las canciones que me componías mientras me sentías siembra de tus flores.
Te grabaste adentro todos mis poemas, y dejaste abiertas las puertas del tiempo, prometiendo eterno aquello que sentías, y haciéndote poesía en poros de mi cuerpo.
Te moviste libre con el alma presa, y entre tu celdas mi alma sentiste, conjunción y ecplipse de ese fuego interno que nos hará eternos más allá de irse.
Esencia
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