Es infidelidad aquella palabra que brota de la misma naturaleza de la humanidad,
de esa necesidad de busqueda de algo más... qué importa lo que sea, pero
el motor de la ilusión debe quedar siempre encendido, engrasado.
Qué importa que en ocasiones ese empuje sea tan sólo una necesidad generada
para tener algo por lo que levantarse. Supongo que la monotonía de lo que
ya se tiene, hace buscar lo que aún no se ha obtenido.
Es revelador cómo funciona la humanidad en su existencia, devora ilusiones,
necesita necesitar más para alimentar su propia esencia.
Seduce la imagen de lo prohibido, como el agua seduce a las raices de los árboles.
Supongo que los sueños son la vía de escape de la cotidianidad, lo que
separa ese mundo visible del invisible, éste último el que realmente nos guia
a todos en todos esos momentos de entrega y dedicación.
Siempre he sentido que las personas más felices son aquellas que dibujan sueños
en su mirada, las que son capaces de desconectar de aquello que les daña en
su realidad...en definitiva aquellas que son infieles a una realidad que ya
no les seduce.
Quiero defender la palabra infidelidad porque es necesaria para avanzar, porque
no es negativa, sino que es una forma de explorar el deseo, y de romper con
las cadenas cuando nos atrapan. Nadie es infiel a lo que ama, tan sólo a aquello
que no le llena...y es un instrumento que ayuda a explorar las causas.
Lo que duele es sentir vacío y no poder serle infiel...
duele el hastío de no sentirse desbordado de mil sensaciones intensas y no serle infiel.
Neskatilla