Buscavidas
Azuzados por la chiquillería
y reclamados por los ociosos de todas las edades
los titiriteros llegados de Oriente
cuentan en la plaza leyendas de lejanos proscritos y de
antiguos libertadores,
de enamorados que perdieron la batalla del amor
y de princesas que renunciaron a su condición
para vivir un mundo que no separara el sudor y el perfume de los cuerpos.
Venid todos, dicen con voces empañadas de nostalgias
aquellos buscavidas de piel cetrina:
dejaros conducir por las sombras encantadas,
entrad en las historias más imposibles que jamás os contaron,
combatid en las contiendas más arriesgadas
y desposaros con las mujeres más nobles de las cortes,
porque todo es posible en el espectáculo que os traemos.
Y si al final de la función no habéis vivido la emoción
ni os habéis sonrojado por el misterio de la naturaleza
o palidecido por los riesgos que os han puesto a prueba,
hacédnoslo saber, pues no venimos a apurar vuestras vidas
sino a rescatarlas de su quietud e indolencia.
Allí me quedé a contemplar el despliegue de aventuras
con el que estos artesanos de las imágenes nos hicieron soñar.
No pude por menos que dirigirme al maestro cuando
acabó la representación.
¿Por qué cuentas historias tan imposibles como fantásticas, titiritero?
No son imposibles, me replicó bañado aún en su agitación.
Son las eternas cuestiones del amor y del dolor,
las que hablan de sueños y también de muerte,
las que mueven el mundo y las que lo calman.
Ni yo ni mi familia sabríamos vivir en paz y nobleza
si no nos dedicáramos a este oficio.
Aún eres joven. ¿Quieres aprender?
D-a
Neskatilla