Del otro lado del mar
Del otro lado del mar ella despierta. Alrededor de su cintura el sudor le ha forjado una cadena de oro por ella no advertida. (Joya nacidas de su cuerpo, humilde humor de Dios).
Se incorpora de golpe. El jardín, el ladrido, otros deberes la ponen brutalmente sobre el mundo.
Del otro lado del mar él mira el mediodía a través de otra ventana y otro cielo. En su mano adivina el cinturón de oro que el sudor ha forjado alrededor de la cintura de ella. Y a lo largo del día le dolerá con todo.
Del otro lado del mar ella enciende la estufa. Mientras espera que el café conceda su caricia diaria, irrepetible, se le cruzan los siempre con los nunca, las palabras ya dichas y agotadas con aquellas que esperan nuevos moldes.
Del otro lado del mar él defiende el castillo donde poco a poco ha aprendido a estar solo, a saberse su dueño y su vasallo.
Del otro lado del mar, a través de su ventana ella descubre el aletear de un pájaro que en lengua policroma anuncia la inminencia del verano.
Del otro lado del mar él mira dos palomas que en nombre del cortejo no miran las migajas. Siempre el todo. Ese todo instantáneo donde la vida
Y en ese instante surge la risa fugaz del ángel Lindbergh y el océano se borra. Él y ella han dejado de existir: Nosotros mira a través de la ventana.
Vicente Quirarte
Neskatilla
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