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*★*:·.Oraciones: ORACIÓN A LA VIRGEN DE LA SOLEDAD
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD  (Mensaje original) Enviado: 28/04/2012 05:50
 
 
 
 
 
 
 
ORACIÓN A LA VIRGEN DE LA SOLEDAD

Estoy delante de Ti, Virgen pura y sacrosanta,
y al considerarme aquí, no sé lo que pasa en mí
ni acierto a mover la planta.
Yo no sé quién me ha traído a este lugar solitario;
sólo sé que, conmovida, hoy tus huellas he seguido
hasta el monte del Calvario.
Pero tan turbada estoy al vernos aquí las dos,
que, enojos, pienso, te doy, siendo yo, Virgen, quien soy,
y Tú, la Madre de Dios.
Y mi corazón en llanto se mire al punto deshecho
viendo tan duro quebranto. ¡Oh, Madre! ¡Bajo tu manto
hallará alivio mi pecho!
Tú también lloras, María; y este llanto que derramas
diciendo está al alma mía que eres Tú la que me llamas
a llorar en tu agonía.
¡Sí! Que cuando en orfandad tu pecho angustiado llora,
fuera impía crueldad, en tu amarga soledad,
abandonarte, Señora.
Por esto, aunque con temor, vengo a pedir tu licencia,
¡oh, Madre del Redentor!, para llorar mi dolor,
Virgen pura, en tu presencia.
Yo bien sé que indigna soy de venir a hablar contigo;
mas, de tus pies no me voy, si cuenta fiel no te doy
del hondo pesar que abrigo.
Aquí tienes a la autora de tus dolores, María:
¡la que, ingrata pecadora, te robó tu dulce amor,
tu contento y alegría!
Yo soy aquella que, inhumana, sacrílega y homicida,
clavó en madero villano al Redentor soberano
que es el autor de la vida.
Mis pecados son, Señora, los que alzaron esta Cruz
que sangre de un Dios colora, y dieron muerte traidora
al inocente Jesús.
Si pues la ofendida eres, y yo la rea criminal,
haz, Virgen, lo que quisieres con el más vil de los seres
que es la causa de tu mal.
Mas, tu llanto de agonía me está diciendo en tu faz,
que aunque mi culpa es impía, no eres Tú mi juez, María,
sino ángel de amor y paz.
Hoy a tu Bien has perdido, y no puedes olvidar,
pues, el amor al hombre ha sido, el que en sangre ha convertido
de la Virgen, el altar.
Aunque mis pecados son la causa de tus dolores,
Tú me darás tu perdón, cual lo dio en la Redención,
Jesús a los pecadores.
Tú le oíste, al morir, para sus verdugos mismos
perdón al Cielo pedir, cuando pudo confundir
su maldad en los abismos.
Y en Ti, con ansioso afán, sus amantes ojos fijos,
Madre haciéndote de Juan, te dio en adopción, por hijos,
los pobres hijos de Adán.
Yo bien quisiera poder aliviar tu corazón
de tan duro padecer; pero es muy pobre mi ser,
y muy grande tu aflicción.
Sé que no puedo aliviar, Madre, tus fieros dolores;
mas, quiero a tus pies estar para contigo llorar
al Hijo de tus amores.
Yo, llorando arrepentida las culpas que cometí,
lograré el perdón que pido, por la sangre que ha vertido
un Dios que ha muerto por mí.
Y Tú, llorando afligida a tu dulcísimo Bien
que murió por darnos vida, dulcificará tu herida
vernos gozar de aquel bien.
Pide al Cielo, Madre mía, tenga nuestro corazón
horror a la culpa impía, y la sangre de este día
nos sirva de salvación.
Pídele, Madre y Señora del pecador, esperanza;
pues, una Madre que llora por el Hijo a Quién implora,
los imposibles alcanza.
Y hoy, que a la triste y desgraciada que llora aquí, Madre mía,
perdone Dios sus pecados, por haber acompañado
la Soledad de María.
AMEN.
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: Eliscamsil Enviado: 31/05/2012 00:48
 
 
 
 
 
 
 
ORACIÓN A LA VIRGEN DE LA SOLEDAD

Estoy delante de Ti, Virgen pura y sacrosanta,
y al considerarme aquí, no sé lo que pasa en mí
ni acierto a mover la planta.
Yo no sé quién me ha traído a este lugar solitario;
sólo sé que, conmovida, hoy tus huellas he seguido
hasta el monte del Calvario.
Pero tan turbada estoy al vernos aquí las dos,
que, enojos, pienso, te doy, siendo yo, Virgen, quien soy,
y Tú, la Madre de Dios.
Y mi corazón en llanto se mire al punto deshecho
viendo tan duro quebranto. ¡Oh, Madre! ¡Bajo tu manto
hallará alivio mi pecho!
Tú también lloras, María; y este llanto que derramas
diciendo está al alma mía que eres Tú la que me llamas
a llorar en tu agonía.
¡Sí! Que cuando en orfandad tu pecho angustiado llora,
fuera impía crueldad, en tu amarga soledad,
abandonarte, Señora.
Por esto, aunque con temor, vengo a pedir tu licencia,
¡oh, Madre del Redentor!, para llorar mi dolor,
Virgen pura, en tu presencia.
Yo bien sé que indigna soy de venir a hablar contigo;
mas, de tus pies no me voy, si cuenta fiel no te doy
del hondo pesar que abrigo.
Aquí tienes a la autora de tus dolores, María:
¡la que, ingrata pecadora, te robó tu dulce amor,
tu contento y alegría!
Yo soy aquella que, inhumana, sacrílega y homicida,
clavó en madero villano al Redentor soberano
que es el autor de la vida.
Mis pecados son, Señora, los que alzaron esta Cruz
que sangre de un Dios colora, y dieron muerte traidora
al inocente Jesús.
Si pues la ofendida eres, y yo la rea criminal,
haz, Virgen, lo que quisieres con el más vil de los seres
que es la causa de tu mal.
Mas, tu llanto de agonía me está diciendo en tu faz,
que aunque mi culpa es impía, no eres Tú mi juez, María,
sino ángel de amor y paz.
Hoy a tu Bien has perdido, y no puedes olvidar,
pues, el amor al hombre ha sido, el que en sangre ha convertido
de la Virgen, el altar.
Aunque mis pecados son la causa de tus dolores,
Tú me darás tu perdón, cual lo dio en la Redención,
Jesús a los pecadores.
Tú le oíste, al morir, para sus verdugos mismos
perdón al Cielo pedir, cuando pudo confundir
su maldad en los abismos.
Y en Ti, con ansioso afán, sus amantes ojos fijos,
Madre haciéndote de Juan, te dio en adopción, por hijos,
los pobres hijos de Adán.
Yo bien quisiera poder aliviar tu corazón
de tan duro padecer; pero es muy pobre mi ser,
y muy grande tu aflicción.
Sé que no puedo aliviar, Madre, tus fieros dolores;
mas, quiero a tus pies estar para contigo llorar
al Hijo de tus amores.
Yo, llorando arrepentida las culpas que cometí,
lograré el perdón que pido, por la sangre que ha vertido
un Dios que ha muerto por mí.
Y Tú, llorando afligida a tu dulcísimo Bien
que murió por darnos vida, dulcificará tu herida
vernos gozar de aquel bien.
Pide al Cielo, Madre mía, tenga nuestro corazón
horror a la culpa impía, y la sangre de este día
nos sirva de salvación.
Pídele, Madre y Señora del pecador, esperanza;
pues, una Madre que llora por el Hijo a Quién implora,
los imposibles alcanza.
Y hoy, que a la triste y desgraciada que llora aquí, Madre mía,
perdone Dios sus pecados, por haber acompañado
la Soledad de María.
AMEN.

Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: Eliscamsil Enviado: 11/06/2012 22:39
 
 
 
 
 
 
 
ORACIÓN A LA VIRGEN DE LA SOLEDAD

Estoy delante de Ti, Virgen pura y sacrosanta,
y al considerarme aquí, no sé lo que pasa en mí
ni acierto a mover la planta.
Yo no sé quién me ha traído a este lugar solitario;
sólo sé que, conmovida, hoy tus huellas he seguido
hasta el monte del Calvario.
Pero tan turbada estoy al vernos aquí las dos,
que, enojos, pienso, te doy, siendo yo, Virgen, quien soy,
y Tú, la Madre de Dios.
Y mi corazón en llanto se mire al punto deshecho
viendo tan duro quebranto. ¡Oh, Madre! ¡Bajo tu manto
hallará alivio mi pecho!
Tú también lloras, María; y este llanto que derramas
diciendo está al alma mía que eres Tú la que me llamas
a llorar en tu agonía.
¡Sí! Que cuando en orfandad tu pecho angustiado llora,
fuera impía crueldad, en tu amarga soledad,
abandonarte, Señora.
Por esto, aunque con temor, vengo a pedir tu licencia,
¡oh, Madre del Redentor!, para llorar mi dolor,
Virgen pura, en tu presencia.
Yo bien sé que indigna soy de venir a hablar contigo;
mas, de tus pies no me voy, si cuenta fiel no te doy
del hondo pesar que abrigo.
Aquí tienes a la autora de tus dolores, María:
¡la que, ingrata pecadora, te robó tu dulce amor,
tu contento y alegría!
Yo soy aquella que, inhumana, sacrílega y homicida,
clavó en madero villano al Redentor soberano
que es el autor de la vida.
Mis pecados son, Señora, los que alzaron esta Cruz
que sangre de un Dios colora, y dieron muerte traidora
al inocente Jesús.
Si pues la ofendida eres, y yo la rea criminal,
haz, Virgen, lo que quisieres con el más vil de los seres
que es la causa de tu mal.
Mas, tu llanto de agonía me está diciendo en tu faz,
que aunque mi culpa es impía, no eres Tú mi juez, María,
sino ángel de amor y paz.
Hoy a tu Bien has perdido, y no puedes olvidar,
pues, el amor al hombre ha sido, el que en sangre ha convertido
de la Virgen, el altar.
Aunque mis pecados son la causa de tus dolores,
Tú me darás tu perdón, cual lo dio en la Redención,
Jesús a los pecadores.
Tú le oíste, al morir, para sus verdugos mismos
perdón al Cielo pedir, cuando pudo confundir
su maldad en los abismos.
Y en Ti, con ansioso afán, sus amantes ojos fijos,
Madre haciéndote de Juan, te dio en adopción, por hijos,
los pobres hijos de Adán.
Yo bien quisiera poder aliviar tu corazón
de tan duro padecer; pero es muy pobre mi ser,
y muy grande tu aflicción.
Sé que no puedo aliviar, Madre, tus fieros dolores;
mas, quiero a tus pies estar para contigo llorar
al Hijo de tus amores.
Yo, llorando arrepentida las culpas que cometí,
lograré el perdón que pido, por la sangre que ha vertido
un Dios que ha muerto por mí.
Y Tú, llorando afligida a tu dulcísimo Bien
que murió por darnos vida, dulcificará tu herida
vernos gozar de aquel bien.
Pide al Cielo, Madre mía, tenga nuestro corazón
horror a la culpa impía, y la sangre de este día
nos sirva de salvación.
Pídele, Madre y Señora del pecador, esperanza;
pues, una Madre que llora por el Hijo a Quién implora,
los imposibles alcanza.
Y hoy, que a la triste y desgraciada que llora aquí, Madre mía,
perdone Dios sus pecados, por haber acompañado
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