QUÉ ALEGRÍA SABER QUE DIOS ESTÁ A NUESTRO FAVOR!
Se ha puesto a nuestro favor de una manera tan decidida que nos ha dado a su Hijo único; por eso, con san Pablo, podemos cantar un himno vigoroso a este amor del que nada podrá separarnos jamás. El apóstol enumera una lista de fuerzas hostiles a nuestra unión con Cristo, para afirmar que no son capaces de alejamos de él. Ahora bien, ¿es verdad que no hay ninguna situación que nos impida la unión con Cristo? En realidad, es preciso admitir que no lo conseguirán nunca las cosas exteriores, pero si hay alguien que nos puede alejar de Jesús: nosotros mismos. Dios, en Cristo, ha optado por estar siempre con nosotros, pero nosotros somos libres y, con frecuencia, no queremos estar con él. El evangelio nos habla de gente que dice a Jesús: ((Vete)>. Jerusalén no acogió a su Salvador.
El rechazo puede asumir en nosotros muchas formas y grados diferentes, porque se trata de responder con amor al amor que se nos ofrece, y nosotros vacilamos a menudo entre el sí y el no, calculamos en vez de acoger gratuitamente el don y gozar de él. Tal vez estemos tan habituados a nuestras tristezas, a nuestras pequeñas medidas, que nos da miedo la gran alegría de Dios. En vez de dejarnos inundar por la luz del amor ponemos una pantalla que intenta reducirlo a nuestro alcance. Meditemos a fondo sobre este hermoso texto, repitámonos que Dios está a nuestro favor, que somos «más que vencedores, en virtud de aquel que nos ha amado», y que nada nos podrá separar del amor de Cristo. Así también cambiará nuestro rostro: mirándole nos volveremos radiantes y también llegará la luz a nuestros hermanos, les llegará el amor.