AMO PORQUE AMO. AMO PARA AMAR”,
El lenguaje de la gratuidad consigue pronunciar palabras liberadoras y expresar gestos vivos y vivificantes. Es un lenguaje al que, tal vez, no estemos acostumbrados, deslumbrados como estamos por los espejismos de lo útil, de lo eficiente, de lo productivo, que nos fascinan con sus lógicas del beneficio; un beneficio, sin embargo, que con frecuencia se nos pudre en el corazón y le impiden latir con regularidad, siempre y por todos. Nos capturan, invadiendo cada aspecto de nuestra existencia y —nos demos cuenta o no— nos hacen asumir actitudes discriminadoras, nos inducen a usar a los otros, a convertirlos en instrumentos para nuestro mezquino interés...
La gratuidad es uno de los atributos de Dios. Dios es gratuidad: entrega y se entrega, y no sería Dios-amor si no fuera así. El nos ha creado a su imagen: eso significa que nosotros no somos verdaderamente humanos si no hacemos crecer y fructificar esa semilla de misericordia que nos hace semejantes a nuestro Creador y Padre. El amor no busca más que el amor. “Amo porque amo. Amo para amar”, dice san Bernardo. Conscientes del don del amor de Dios que hemos recibido de manera gratuita, podemos entrar en la lógica sabia de la misericordia divina, una lógica de libertad y de alegría.