♦ APRENDER A APRENDER ♦
La idea de que a alguien le guste
escribir sólo por hacerlo es absurda. Debe existir un propósito; tener un sentido
o una meta, aunque sólo sea el de eliminar el aburrimiento o llenar horas
muertas en solitaria reflexión. Pero para todo debe haber dedicación,
tesón e inteligencia.
Uno a veces se ve tan tonto sentado en la
terraza de la casa, en una mano apoyando la barbilla y en el rostro
la mejor cara de concentración; un cuaderno abierto sobre las piernas
y el lápiz en la otra mano, tratando de darle un poco de sentido a tu vida
escribiendo para el disfrute de otros.
Criticas, burlas, risas a nuestra costa de los incultos
que pasan por el frente y sin disimulo alguno cuchichean sobre tu arte;
es lo que nos granjea este noble acto de expresión. Es una realidad que todo escritor sabe, conoce
y ha pasado. Y los que no, nunca digan: De esta agua no beberé;
porque siempre aparecerá en el camino
alguien a quien tus ideas y manifestaciones le resulten “estúpidas” y “disparates”.
Es desanimante –aunque esta expresión no exista–;
Pero también es extraño.
Ese mismo sentimiento de rechazo es lo que nos hunde; pero también lo que
enciende nuestra chispa creativa. Es lo que nos renueva las fuerzas y el ardor
de nuestros deseos; impulsa nuestros propósitos y nos hace levantarnos del fango,
sacudiéndonos el gris polvoso de nuestras ropas.
Los escritores no importan de qué clase;
tratamos de infundir algo de colorido y viveza en este mundo desahuciado y perdido que cada día
se aleja más y más de la imaginación pura y rica; llenando de podredumbre la mente de los niños
y mostrándoles imágenes de vileza. Eso es lo que le hace la ignorancia al mundo…
lo quiebra.
D/A
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