El pasillo
En el pasillo de casa tenemos un espejo de “cuerpo entero” y hacía mucho que no me miraba en él.
Esa tarde me encontraba yo con el garbo suficiente y se me ocurrió asomarme, más que nada por curiosidad
(soy muy curiosa).
Pues eso, que me asomé y resulta que el espejo no me devolvió mi imagen como esperaba,
no estaba frente a mi sino lejos, al final de otro pasillo y dándome la espalda. Puse cara de asombro y mi imagen
en el espejo se volvió a lo lejos, me saludó con la mano y se sonrío con cierta ironía (o eso me pareció a mi)
Me pilló con “el paso cambiado”, fui al cajón de las herramientas, cogí una“machota”, me planté ante el espejo y
le pegué un “machotazo” en el centro con todas mis fuerza. El espejo se rompió en mil pedazos.
Dije triunfante en voz alta y desafiante:
-¡Y ahora qué!-
En cada trozo del espejo roto en el suelo ahora se veía reflejada mi cara con gesto de asombro y aunque
no lo creáis, las miles de caras me preguntaban con voz “vidriosa”:
- ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? …
Estuve a punto de contestar una burrada pero me limité a recoger los pedazos y tirarlos al contenedor.
Desde entonces el pasillo quedó huérfano de espejo y el tránsito por él se hace más ligero.
Desconozco el autor
Neskatilla
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