VICIO
Hace ya un año que me atrapó.
Durante mucho tiempo me resistí a su influjo.
Pero la pertinaz insistencia de mi círculo de amigos
doblegó mi endeble resistencia y la probé.
La adicción fue paulatina y no pude avizorar su efecto deletéreo.
Estaba como arrobado y me sustraía del mundo exterior.
Gradualmente mis hábitos fueron mutando y
modifiqué casi sin advertirlo mi modo de vida.
Ante un tímido intento por espaciar su consumo,
fui rápidamente disuadido por la aseveración de mis allegados
que persistían en glorificar el goce que producía su efecto.
Uno de los argumentos que esgrimían era que estábamos
en los umbrales del siglo XXI y
que la vorágine en la que vivíamos nos conminaba
a que buscásemos una dispersión que posibilitara
enfrentarnos a los desafíos de la modernidad.
Mi tibia reacción inicial se desmoronó y
dio paso a un incremento casi desaforado de su uso.
Casi sin percibirlo,
gradualmente fue convirtiéndose en una necesidad imperiosa.
Mas ya era tarde para revertir la situación puesto que había caído en su red.
Su utilización cotidiana me resultaba imprescindible.
El valor era dispendioso pero prefería prescindir de otras cosas para obtenerla.
Hace dos días que estoy con una severa abstinencia
puesto que mi proveedor no puede satisfacer mi demanda.
Este impensado contratiempo me impulsó a escribir y
cavilar acerca de ésta terrible dependencia que cambió drásticamente
mis costumbres.
Me siento perdido,
desorientado.
Hace cuarenta y ocho horas que estoy sin conexión a internet.
|