Docenario guadalupano

La MáximaEstrella Mexicana

Estamos en septiembre, Mes de la Patria. La queremos y la festejamos con fiestas y voladores, pero deseamos que sea mucho mejor.

Nos dan informes nacionales y locales para halagar los oídos y la vista pero la realidad de la mayoría de las familias mexicanas es otra. Se nos habla de un por ciento muy alto de católicos pero sabemos que en la práctica somos muy pocos los que estaríamos dispuestos a dar la vida por Cristo y por los demás. No podemos seguir así. Hay deseos de mejoría pero somos muy lentos para llevar a la práctica lo que nos comprometemos a hacer.

Sin embargo, hay esperanza y una de ellas será cuando el viernes 14 de este mes, en la Misa por la Patria, el Señor Arzobispo, dirigentes del Estado y el pueblo haremos una comprometedora consagración a los corazones de Jesús y de María. Ya muchos estados de la República lo han hecho y algunos países, y de inmediato la gracia de Dios se comienza a derramar a manos llenas para parar cosas como violencia, narcotráfico y otras situaciones que normalmente traen desgracias a las personas.

Preparémonos para tan singular acontecimiento y volvamos la vista a Nuestra Estrella Máxima Mexicana quien nos acercará de manera especial al Dios de la vida para que todos tengamos vida en Él.

Primera consideración: Santa María de Guadalupe, Engendradora de México. Fue un hecho único en la historia que tantísimas personas en 10 años se convirtieran, de diferentes religiones, a una misma en un espacio y territorio muy ancho y largo. Para ser conservadores hablamos de cerca de cinco millones. Ella nos trajo a Jesús, su Luz Luminosa, y los pueblos antiguos quedaron prendados “del Dador de vida”. Dios atrajo hacia sí, a través de María, a esos pueblos antiguos, para engendrar un sinnúmero de fieles. Gracias a esta Alianza hoy somos el país que somos. Demos gracias a Dios por habernos elegido para bien de todos los pueblos de la Tierra y comprometámonos con Él y con María en la restauración del universo. A Ella le damos gracias por su sí cordial, materno y ejemplar.

Jaculatoria apropiada: Reina de la nación, México te proclama; lazo de nuestra unión, vida de nuestra Patria.

Nota: Estos versos son parte de la canción “Reina de la nación”, de este autor.

Segunda consideración: Santa María de Guadalupe, nuestra Estrella Nutriente. Consideremos cómo María, desde el Tepeyac, ha sido nuestra Estrella Nutriente; la historia es testigo de la cantidad, millones de millones de personas, y no solamente mexicanos, nos hemos alimentado de su cariño, de sus cuidados maternales, de su testimonio amoroso, de tantos detalles que ha tenido con nosotros en nuestras propias vidas y familias. Y cómo Ella nos alimenta, sobre todo, con su mismo Hijo y su Evangelio y con los mensajes amorosos y bellos que nos dejó a través de Juan Diego, Juan Bernardino y el Obispo Zumárraga. Sigamos con la fiesta porque Ella seguirá nutriéndonos hasta la segunda venida del Señor.

Tercera consideración: Estrella Acogedora, Educadora y Promotora. Leamos el Nican Mopohua y sintamos cómo Ella acoge y va educando y promoviendo a Juan Diego: lo llama cariñosamente (23 y 26a), se presenta a sí misma y a Dios (26-32), lo manda con el Obispo y le pide que lo convierta (33-34 y 58-62). Ella sí que sabe nuestras capacidades y las promueve para que crezcamos como buenos hijos suyos y de Dios. Confiemos en Ella porque es Magnífica Educadora y Promotora nuestra.

Cuarta consideración: Estrella Unificadora. Durante nuestra historia María ha ejercido un papel unificador extraordinario. Comentamos la cantidad de etnias que había en el amplio territorio dominado por los aztecas pero habitado por más de 100 etnias. Ahora hay todavía 55 y Ella nos sigue uniendo a su alrededor. Es impresionante visitar la Basílica cualquier domingo del año y ver cómo une y congrega al pueblo en sus distintas clases sociales y etnias. De esto hay testimonios desde el siglo XVI. Y ya no se diga en las peregrinaciones en una de las cuales acudió Juan Pablo II.

Su papel de Madre de las Américas quedó confirmado con ese título al terminar el sínodo de América con los Obispos de muchísimas partes de este continente. En la Basílica nos hemos encontrado con grupos ateos, de gays y lesbianas y Ella es capaz de querer a cada un@ como Madre Piadosa. Así se lo prometió a Juan Diego. Pongámonos bajo su “amparo, protección, auxilio y defensa” (NM 28).

Quinta consideración: Estrella Reconciliadora. En toda familia hay dificultades, malentendidos, pleitos y hasta desavenencias, resentimientos y rompimientos. Es muy doloroso constatar las divisiones que existen en tantas familias y grupos en México. Y sin embargo Ella sigue actuando, llamando a la reconciliación como lo hizo desde el principio de su presencia entre nosotros. Ella unió hasta a los conquistados y conquistadores, al clero secular y a los religiosos, a las distintas etnias y sus religiones propias para hacer una nueva familia humana reconciliada. Aprendamos de Ella a reconciliarnos y a vivir como verdaderos hijos suyos para gloria de la Santísima Trinidad (NM 181-191).