Confieso que la belleza me resulta un gran misterio.
Es un concepto que se escapa completamente a mi afán
por racionalizarlo todo.
Sobre la belleza se han escrito grandes tratados filosóficos.
Es un tema que viene colgando desde que se lo formularon los presocráticos,
hasta hoy que Umberto Eco ha publicado Historia de la belleza.
El maestro Borges decía que “la belleza es ese misterio hermoso que no
descifran ni la psicología ni la retórica.” Como casi siempre, tenía razón.
Dostoiewsky lo formulaba más secillamente: “es difícil juzgar la belleza:
la belleza es un enigma”.
Un enigma que se me manifiesta en numerosas ocasiones. Sobretodo cuando
me reencuentro con mujeres que hacía mucho tiempo que no veía y que
en su día me resultaban muy hermosas. Una vez superada la sorpresa
inicial, la que pone por delante el paso del tiempo, una vez que
ha transcurrido ese ligero instante, vuelven a ser las mujeres hermosas
que conocí en su día. También me ocurre lo contrario, me reencuentro
con mujeres que en su día no me parecían hermosas y a las que
el gimnasio y el cirujano les han dado una nueva vida, y que cuando
las veo pienso “está bonita”, pero que a los pocos segundos,
desvanecida la sorpresa inicial, vuelven a parecerme absolutamente anodinas
y pierden por completo su encanto.
Tengo una amiga bellísima y soy incapaz de dejar de expresárselo cada vez
que la veo. Ella me contesta “son tus ojos”, daría cualquier cosa porque
algún día se pudiera ver a través de mis ojos.
Esta semana es un año más hermosa.
Neskatilla
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