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De lirismos y ternura
La vida, ciertamente, podíamos compendiarla en el conjunto de muy pocas palabras que, en su contexto mismo nos podrían hacer reflexionar. Utilizamos metáforas, incluso muchas en desuso; parodiamos quehaceres cotidianos; nos aburrimos con nuestro propio letargo; sufrimos por la nada; no acertamos ni cuando erramos; no aplicamos la lógica; nos parece bello lo de los demás olvidando nuestra belleza interior; llevamos a la práctica muchas absurdeces y, lo dice el mundo con sus acciones, puesto que, lo realmente válido se nos pasa de largo.
Hablemos entonces de lirismos y de ternura, valores casi olvidados que, aplicados en nuestro corazón tanto nos pueden ennoblecer. Piensa que, entusiasmado por tu emoción encontré la dulzura de tu corazón llegando hasta la exaltación de tu propia poesía puesto que, así es tu vida si en verdad te lo propones. Recuerda que, lirismo equivale a emoción, pasión, luz, encanto, emoción, sensación, exaltación, valores todos que, rociados con esa ternura que tú sabes entregarle al mundo, ante ti, nos encontramos con la persona soñada, en tu caso, con la mujer perfecta.
Vivir rodeados de lirismo no es otra cosa que vivir apegados al amor. Promulgar el amor no es otra cosa que difundirlo y repartirlo, justamente, tu labor en este mundo. ¿Qué es el amor? Me preguntaste un día. Te respondí como si de un autómata se tratare: “Amor es amar y, ese es tu lindo menester” Es pecaminoso que la gente confunda el amor con el sexo; yo diría que es una necedad casi rayando en el dislate. Se puede llegar hasta el sexo por el camino del amor, nada es más cierto; pero jamás lograremos el amor al revés. Por ello, la fuerza del amor puede con todo. Amor a los padres, a los hijos, a los amigos; amor a la vida sería la definición que lo resumiría todo y, como tal, sin mayores pretensiones, rociado de ese lirismo tuyo que a diario me emociona.
La ternura seguirá siendo siempre el fundamento de todo lirismo; no vivirían el uno sin la otra; son apegos del alma ante estos sentimientos que, enarbolados por los seres humanos nos llenan de convicciones para que, nuestros pensamientos, repletos de buenas acciones nos eleven hasta el lugar soñado. Llena tu vida de poesía que, exaltado por la emoción de tu vida misma, emocionarás a los demás que, arrebatados por tus sentimientos, saborearán la dulzura y encantos de tu paso por la tierra. Todo es, si te lo propones, puro lirismo; ese sentimiento emocionante que nace desde el fondo de tu ser para que tus homónimos gocen a plenitud de tus quimeras que, cargadas de ilusión pronto se harán realidad. Tus presagios, tus emociones y acciones serán las que te elevarán hacia ese mundo soñado. Vive con lirismos, sueña con ternura, actúa con dulzura, siente con pasión y ama sin razón.
Confieso que, en mi peregrinar por los vericuetos de la vida pude enseñarme la más bella lección; caminar sin descanso para conocer gentes que, sin duda, como fuere, todos me aportarán sabiduría; la que me aportaron y, a Dios gracias, la que me queda por aprender. Mi mirada lírica hacia todo el entorno que me rodea me permite ver con los ojos del alma; es decir, expandir mi mirada hacia lo realmente hermoso que, sin duda alguna son mis semejantes queridos. Procuro cantarle a la vida y ésta me responde; tengo pruebas por doquier. No valen los lamentos; la vida misma te pide soluciones y la forma de encontrarlas no es otra que junto al trabajo y la inquietud. Como diría mi madre, si pretendes logar algo en la vida, trabaja, trabaja y trabaja y, cuando estés cansado, sigue trabajando. Claro que, si para colmo de la dicha, a ese trabajo, lo rocías de ternura, lirismo y sonrisas, de tal modo, ¿quién puede sentirse pobre y desdichado?
Sonríe como tú sabes hacerlo. Recuerda que, por mucha maldad que pueda existir en el mundo, la vida la seguiremos construyendo a base de sonrisas. ¿Lo dudaste alguna vez? Mira a tu alrededor y, lo que es más bello, detrás de cada sonrisa encontrarás a un ser feliz, precisamente, junto a los que nos tenemos que aferrar y aglutinar como si de una tribu de amor se tratare. Recuerda que el odio es enfermizo; la felicidad, reconfortante. Enséñate a perdonar que, de tal modo, seas tú siempre el perdonado. Un día de la vida, en un ejercicio de reflexión íntima y lleno de humildad, logré mi mayor éxito: ME PERDONÉ A MI MISMO
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