Amores imposibles
Por Willy Bouillon
Hablemos de amores imposibles.
No del chiste de café sobre la hormiguita y el elefante,
sino de las relaciones que no sólo no prosperan,
ni siquiera empiezan.
Hay un escalón inferior reflejado en la célebre pieza de Noel Coward Lo que no fue, en la que un vínculo queda sin horizonte, pero los amantes han vivido una relación.
En el amor imposible no se produce ningún contacto,
salvo una mirada intensa.
Por algún motivo,
los que se han mirado se alejan para siempre sin haberse dicho nada.
Ocurrió en el pub Oasis,
avenida Callao al 1100.
Suelo ir los viernes por la noche a tomar una copa en la barra. A eso de las 12,
una mujer ocupó un taburete:
era una réplica de Jacqueline Bisset.
Su belleza parecía realzada por el tema Te llevo bajo mi piel, que desde un CD cantaban Sinatra y Bono.
La miré y me miró.
Sacó un cigarrillo.
Tenía sólo que acercarme con el encendedor.
Lo había decidido cuando el barman me trajo de vuelta:
"Mire el volante que encontré hoy",
junto con un sugestivo guiño.
Decía:
"No es lo que cree.
Puede llamarse Roberto".
Disimuladamente recorrí la glamorosa figura.
Descubrí:
a) la nuez de un antepasado bíblico;
b) una mano con la que podía manejar un Scania.
Llegó un hombre gordo.
Besó al falso clon de Jacqueline,
pagó y se fueron.
Fabriqué un barquito con el mensaje del barman.
Empezó a llover.
La lluvia existe.
Los amores imposibles,
también.