Y cuando nació mi Alegría,
la alcé en brazos y subí con ella a la azotea de mi casa,
a gritar:
- ¡Venid, vecinos! ¡Venid a ver!
Porque hoy ha nacido mi alegría:
venid a contemplar este ser placentero que ríe bajo el sol.
Pero fue grande mi sorpresa cuando ningún vecino mío
acudió a contemplar mi Alegría.
Y todos los días,
durante siete lunas,
proclamé el advenimiento de mi Alegría
desde la azotea de mi casa,
pero nadie quiso escucharme.
Y mi Alegría y yo estábamos solos,
sin nadie que fuera a visitarnos.
Luego,
mi Alegría palideció y enfermó de hastío,
pues sólo yo gozaba de su hermosura,
y sólo mis labios besaban sus labios.
Luego,
mi Alegría murió,
de soledad y aislamiento.
Y ahora sólo recuerdo a mi muerta Alegría al recordar mi muerta risa.
Pero el recuerdo es una hoja de otoño que susurra un instante en el viento,
y luego no vuelve a escucharse más.
Khalil Gibran