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Pasión y muerte de la luz Mi entraña mereció, panal mestizo,la incorruptible ley de tu voluta.En cada nervio de clavel o frutaun embozado arroyo de granizo.La abeja por mi sangre se deshizo.Vi las raíces de tu isla enjuta,y el atisbo tenaz de la cicutamezcló a tu piel su aroma fronterizo.Tiendo la mano para recogerlay el lento cáliz de una llaga fríaestanca el iris de tu simple perla.Me ciño a su enlutada melodíaquemándome sin fin por retenerlaen el doble rumor de mi agonía.El verano se agota en el racimo.Ni avena, ni cigarra, ni amapola.Ni el alga haciendo venas en la ola,ni las tímidas ranas en el limo.Ni la corteza que hasta el llanto oprimoentre la tierna muchedumbre, sola,hecha de sangre y labios la aureoladonde me corroboro y me lastimo.Ni la centella que la liebre rubiamueve entre los primores del rocío,ni la humilde fragancia de la alubia.Ni el caballo de sal que adiestra el río;ni la múltiple espada de la lluvia,dirán tu arisca huella, idioma frío.
Sara de Ibañez
Novato