Cuando recibas críticas, analízate.
Examina detenidamente las actividades de tu vida. A través de los ojos implacables de tus censores,
explórate y critícate. Si realmente encuentras faltas en ti, corrígelas tranquilamente
y sigue tu camino. Si no encuentras en ti la falta de la que se te ha acusado, sonríe en tu interior
y prosigue tu camino con estoica dignidad.
Si quienes te acusan siguen mofándose de ti y exigen una respuesta, contesta con amor, no con enemistad.
Si ocupas una posición en la que otros miran hacia ti en busca de luz, responde o lucha por la verdad c
on amor en tu corazón; no por tu honor o por miedo a adquirir una mala reputación, sino para defender
la gloria y la pureza de la verdad. No permitas que el móvil de tus acciones y palabras sea la victoria,
avergonzar a los otros o alimentar tu vanidad, sino que sea tan sólo la verdad.
Sin embargo, el amor a la verdad debe estar siempre atemperado por el amor que se orienta a evitar
herir a los demás. Difamar a otras personas en nombre de la propagación de la verdad o en beneficio propio,
es signo de egoísmo y de debilidad interior, un deseo de aparentar ser más alto a base de cortarles
la cabeza a los demás.
No luches, aun cuando lo hagas por la verdad, si el amor no está presente en tu corazón:
el odio no puede conquistar el odio; la maldad no puede ser vencida con la maldad. S
i, bajo el disfraz de defender la verdad, sucede que el odio, el ánimo vengativo o un ego desproporcionado
precipitan en tu corazón un deseo de combatir a tus detractores, abandona la lucha.
Cultiva primero el amor. El amor es tu fortaleza y tu aliado más poderoso: su bálsamo sanará las heridas
infligidas por el odio de tus enemigos; además, el amor jamás puede resultar vencido.
En su intento de conquistar el odio, incluso la muerte es una victoria del amor para el alma inmortal.
Quienes te odian y te injurian no conocen la verdad. Perdónalos, porque en su ignorancia no saben lo que hacen.
Perdona a los demás con el mismo amor y diligencia con que te perdonas a ti mismo, sin importar
lo que hayas hecho. A los que te critican y te acusan equivocadamente, aún a sabiendas y con deliberación,
prodígales resueltamente amor. Deja que sean ellos los avergonzados debido al constante regalo del amor
que les ofreces, a cambio del veneno que ellos volcaron sobre ti. Trata de cambiarlos mediante tu amor incondicional.
Nadie que conozca el amor de Dios puede odiar o expresar maldad hacia ninguno de sus hijos.
¿Cómo vas a odiar o lastimar a tus propios hermanos, aunque estén errados?
Tanto si emanan odio como amor, siguen siendo una parte de ti. Los hermanos que actúan movidos
por el odio y la maldad no conocen esa ley. Si respondieras con odio ante su actitud, acabarías
ahogándolos en ese desbordamiento de odio. En lugar de eso, muéstrales el faro del amor
para que ellos puedan llegar a buen puerto.
Que tu amor les haga comprender la ignorancia de sus acciones erradas.
Paramahansa Yogananda, del libro "El Amante Cósmico".
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